En este 28 de Septiembre, jornada de lucha por la despenalización y legalización del aborto, saludamos a nuestras hermanas de Latinoamérica y el Caribe que desde cada país de la región luchamos por nuestros derechos sexuales y reproductivos, que se transformó en una marea que trascendió todas las fronteras, porque somos feministas, internacionalistas y la exigencia por nuestros derechos se tornó mundial.
Somos historia y futuro. Desde la Declaración de San Bernardo en 1990, cuando se estableció este día de lucha feminista, el compromiso es creciente e incesante. Cada 28 de septiembre el movimiento de mujeres y feminista de toda la región confluyen en acciones coordinadas con nuestras heterogéneas identidades y culturas, con las diversidades enmarcadas en la pluralidad en nuestra lucha antipatriarcal y anticolonialista.
Estamos hermanadas y vamos a transformarlo todo. La Campaña 28 de Septiembre se propone exigir las condiciones para el aborto seguro, con calidad de atención y los cambios jurídicos que otorguen plenos derechos en cada uno de los países de América Latina y el Caribe. Este reclamo se vuelve más poderoso, un grito recorre el mundo denunciando la violencia ejercida por los Estados que niegan el aborto seguro, permiten la tortura física y emocional debido al abuso y maltrato en su búsqueda de servicios de salud sexual y reproductiva, la privación servicios adecuados, la preponderancia de la objeción de conciencia como obstaculizadora de derechos, que se transforman en un patrón regional y tienen en común una conducta discriminatoria, basada en el género, estereotipos y prejuicios de etnia, clase y territorio, que causa daños y sufrimiento a mujeres y personas con capacidad de gestar.
En nuestra región el estatus legal del aborto es complejo y desigual, existe la legalidad en Uruguay, Puerto Rico, Cuba y el Distrito Federal de México. En Argentina, Chile, Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela, contamos con la legalización por causales. Mientras que persiste la restricción total en aquellos países donde abortar está plenamente prohibido como El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua o República Dominicana.
En este último país a Rosaura, teniendo leucemia le negaron el tratamiento contra esa enfermedad que podía haberle salvado la vida para no provocarle un aborto. Igual privación recibió Ana María en Argentina quién dejó a tres hijos huérfanos tras morir por un cáncer de mandíbula, que médicos de un hospital público dejaron avanzar por causas “religiosas y morales”.
Mainumby en Paraguay fue violada y quedo embarazada con apenas 10 años. Le impidieron abortar a pesar de que su vida y salud física y mental estaban en peligro.
En el Salvador 147 mujeres fueron procesadas por casos relacionados a abortos, como Teodora quien sufrió una emergencia obstétrica y fue acusada de habérsela autoprovocado y condenada a 30 años de cárcel sin pruebas. Esta violencia institucional se replica en casos como el de Tania en Chile y Esperanza en Perú, quienes fueron esterilizadas contra su voluntad estando embarazadas y teniendo secuelas graves en su salud física.
La lucha por la despenalización y legalización del aborto vela y construye dignidad, emancipación y el reconocimiento ineludible de cada una de las mujeres y personas con capacidad de gestar a decidir sobre nuestros destinos, sobre nuestra maternidad y proyectos venideros. Son los Estados los que deben generar las condiciones para garantizar el ejercicio de estos derechos y voluntades.
Nuestra demanda por aborto legal es un posicionamiento político transformador. Somos la palabra vital que construye e inunda cada uno de nuestros territorios, que irrumpe, que sueña, que abraza, que palpita un porvenir con alegría, activismo y militancia activa. Argentina asumió la responsabilidad de la Coordinación Regional de la Campaña tras una gran movilización por “Un grito global” en 2017, cuando los pañuelos verdes se instalaron en cada casa, escuela, en cada plaza, en cada organización, en los partidos políticos, sindicatos, centros de estudiantes, instituciones profesionales, universidades, en cada manifestación por los derechos humanos.
Atravesamos las fronteras. Nos encontramos emocionadas en cada pañuelazo y manifestación, más cerca de los logros por la despenalización y legalización en Argentina; Brasil; Chile; El Salvador que marcaron la agenda política y continúa siendo una demanda ineludible de la sociedad. Aun ante la infamia de los poderes políticos y judiciales que defienden el status quo, hemos concretado en este 2018, la movilización contra el patriarcado más grande de nuestra historia.
Nuestra lucha marca una bisagra en la historia regional, alimentado por la progresiva disrupción latinoamericana y caribeña que asume una identidad propia, en la que irrumpen más feminismos en las calles y en los medios de comunicación, en las redes, en espacios de debate público. Ganamos la movilización internacional que sostenemos inquebrantablemente.
Nuestras ancestras nos marcaron un camino, nos enseñaron a desplegar nuestra herencia enardecida, por ello el 28 de septiembre, en esa fecha en que en el hermano país de Brasil se declaró en 1888 el día de la “libertad de vientres” sancionada en 1888, para las latinoamericanas encarna un símbolo de soberanía de los cuerpos. Aún cuando “la libertad de vientres significó la libertad de las nacidas y nacidos de mujeres esclavas”, no la libertad de las propias mujeres. Por ello, la Legalización del aborto, y la “Libertad de las mujeres para decidir” es la esencia de nuestra demanda política.
El dominio y la sujeción no son compatibles con el futuro esperanzado de cada latinoamericana, ni con las democracias de nuestros pueblos. Hoy los fundamentalismos religiosos y políticos se sienten empoderados. Las feministas en varios países, en particular Nicaragua y Guatemala, luchan en este momento por justicia y libertad a la par del derecho a decidir. Estos fundamentalismos siempre estuvieron en toda AL y Caribe, pero ahora se visibilizan con acciones superlativas apoyadas por el Vaticano, las Iglesias Evangélicas, a partir de proyectos análogos que se replican en todos los países y que los Estados deben frenar en pos de una sociedad inclusiva, respetuosa, diversa y plural.
Estos fundamentalismos se instalan como una fuerza reactiva a nuestra valentía, pero no tienen futuro. El pasado no tiene lugar en esta gran marea verde que se despliega en todo el continente y en el mundo entero, el futuro son nuestras jóvenes, son las hijas y nietas de las brujas que no pudieron quemar. La juventud ha tomado la causa por el aborto legal, seguro y gratuito y no tiene vuelta atrás.
Estos fundamentalismos traen el miedo a la tormenta, pero nosotras somos la tormenta que apaga el fuego de las hogueras oscurantistas para encender el fuego de la libertad. Venceremos.
Campaña 28 de Septiembre por la Despenalización y Legalización del Aborto en América Latina y El Caribe