Iniciativas /Acciones

Sobre el Levantamiento Nacional en Ecuador

Difundimos comunicado de Luna Creciente, integrante de la AFM, sobre su participación en el Levantamiento Nacional en Ecuador en octubre de 2019. Descarga el comunicado en pdf aquí.

Luna Creciente en octubre del 2019

Nuestra participación en el Levantamiento Nacional no se da solamente por unas medidas económicas adoptadas por este gobierno y anunciadas el primero de octubre. Es por un reclamo histórico de nosotras como mujeres, de nuestras organizaciones, de nuestras comunidades, de nuestros pueblos.

Gota a gota durante años, décadas, centurias y milenios, ha sido llenado el cántaro que nos ahoga, que nos estrangula; que no nos permite respirar, que nos impide tener vidas de dignidad.

Desde el poder en todas sus expresiones se “criminaliza” nuestro accionar: al cerrar carreteras, al bloquear las calles, al hacer las barricadas, al pintar las paredes, al levantar la voz para expresar nuestros reclamos y demandas; por defender y exigir el cumplimiento de nuestros derechos individuales y colectivos, de las pocas conquistas logradas en interculturalidad, plurinacionalidad, no violencias, autonomías; por pensar diferente, por contradecir lo establecido, por decidir sobre nuestros propios cuerpos y territorios; por exigir una vida digna, acceso al trabajo, a la salud, la educación; por defender la naturaleza contra su explotación y destrucción; por cuidar y preservar las fuentes de agua, nuestras semillas; por confrontar la corrupción, el engaño y los privilegios de pocos. Por ser mujeres íntegras.

Desde los pequeños grupos de enorme poder no se “criminaliza” la violencia sistémica del capitalismo, el patriarcado y el colonialismo. Una violencia que no solamente es simbólica, sino que es real y que la vivimos día a día en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestro país, en el mundo.

Como Luna Creciente estuvimos en Esmeraldas, Sucumbíos, Pichincha, Cotopaxi, Loja y Morona: salimos de nuestras casas hacia los centros poblados, a los cruces de carreteras, a las ciudades. Si, también a Quito.

Nos encontramos con otras y otros; nos vimos, nos reconocimos, non juntamos, nos ayudamos, levantamos nuestras voces, expresamos nuestros reclamos; compartimos las marchas de protesta, la represión, los gases; aliviamos el cansancio y dolor en nuestros cuerpos integrales; compartimos la colada, el maíz y el agua para engañar al hambre; compartimos el cartón en el suelo para dormir, la cobija y el poncho para quitar el frío. También las detenciones arbitrarias, las heridas y el asesinato de lxs nuestrxs.

Tejimos lazos y acciones de solidaridad, que surgían por muchas partes, como crecen nuestras semillas en el campo cuando el agua las riega. Estos lazos de solidaridad se fueron consolidando y fortaleciendo día a día durante las jornadas de resistencia del Levantamiento.

En Quito la solidaridad no solamente se expresó con el aporte de vituallas en los centros de acopio. Surgen cientos de voluntarios: vecinas con sus hijos y colectivos urbanos brindando sus manos para cocinar, para cuidar los niños, para hacernos la estadía un poquito más llevadera; universidades y universitarixs, médicxs, enfermerxs, otrxs que que atendían a nuestra gente. Cientos se conmovieron hasta el llanto cuando se percataban de lo que sucedía a su alrededor, el que te regala vinagre, bicarbonato o leche para mitigar los efectos de los gases. Surgían lxs voluntarixs prestos a socorrer, a apoyar, a luchar. La Universidad Salesiana, La Católica, la Politécnica, la Central, la Simón Bolívar y luego la Flacso, abrieron sus puertas para darnos cobijo, comida, abrigo y descanso a quienes llegamos a Quito; surgen “ejércitos” de jóvenes que resisten, graban, cocinan, cuidan, se movilizan, acopian vituallas, curan, consuelan y entretiene a niños y adultos en las calles y “centros de acogida”, “zonas de

paz” y “centros de acopio”. Muchxs jóvenes y estudiantes juntan sus manos para armar cadenas humanas para protegernos a las mujeres, adolescentes, niñxs y hombres, que pernoctábamos en la Casa de la Cultura, las Universidades, establecidos como centros de ayuda humanitaria, y que, sin embargo, fueron agredidos por la Policía.

Fuimos testigas de estallidos de violencias surgidos desde las condiciones de vida de marginalidad, resentimientos sociales, desesperanza, falta de oportunidades, individualismos, imposibilidad de proyectos de vida digna por las precarias condiciones que crecen.

Fuimos víctimas de las violencias estructurales, inconstitucionales y sus brazos armados.

Vimos y somos parte de un despertar de la movilización social, no vivida antes al menos por una generación, con acciones que fueron creciendo mientras se endurecían las acciones represivas del estado, cuando se intensificaba la distorsión de la realidad de los hechos y se ocultaba lo que estaba ocurriendo en las calles, a través de medios de prensa masivos tanto privados como estatales, con los cuales crecía una campaña publicitaria que partiendo de los hechos focalizados de violencia y vandalismo eran utilizados para desprestigiar, estigmatizar y neutralizar nuestras presencias, nuestra legítima protesta y el sentido profundo de nuestras propuestas. El cerco mediático montado por el gobierno y los medios masivos de comunicación, logró ser contrarrestado por el uso de las redes sociales y sobre todo de los medios alternativos.

El racismo, la xenofobia y la creación de inseguridad y vulnerabilidad social fue una de las armas empleadas sistemáticamente por los grupos de poder para evadir sus responsabilidades políticas, económicas, sociales y de respeto a los derechos humanos.

El poder en su campaña mediática construye un discurso de que es necesario “apuntalar el estado de derecho”, “mantener la paz y la coexistencia pacífica”, “preservar la libertad y la propiedad  individual”. Traiciona el sentido de nuestras acciones para levantar un ataque furioso “en contra de los violentos”, “los vándalos”, “los sediciosos”, “los delincuentes”, “los golpistas” “los terroristas”.

Decimos que demostrar la inmensa desigualdad social no es resentimiento, es realidad. Señalar hechos de corrupción no es envidia, es lo que vivimos. Exigir salud, educación y seguridad social son derechos legítimos y obligaciones ineludibles para nosotras y los nuestros.

Las mujeres, en nuestras diversidades, nos encontramos movilizadas. Las mujeres como expresiones diferentes hemos sido las primeras en llamar a la movilización, la concentración, la creación de redes de apoyo y solidaridad.

Nuestra participación también se ha expresado para denunciar la represión y el uso desmedido de la fuerza que violenta el derecho legítimo a reclamar y movilizarnos en defensa de las mayorías empobrecidas, en contra de las acciones que han asesinadxs, apresadxas, torturadxs, perseguidxs en Quito y en distintos espacios y territorios.

Con la declaratoria del toque de queda, las organizaciones de mujeres convocamos a no quedarnos calladas, llamamos a marchas masivas de mujeres que se reprodujeron en distintas ciudades del Ecuador, conjuntamente con los movimientos indígenas y sociales. Llamamos al cacerolazo en rechazo a la represión, llamado que fue acogido por la población prácticamente en todo el país, y que en la noche expresó el rechazo a las medidas neoliberales, el rechazo a la represión y la exigencia de un diálogo sin balas ni mentiras.

Nos quedan sensaciones agridulces; vemos con optimismo “el fortalecimiento del movimiento indígena y el despertar de los movimientos de mujeres, feministas y sociales” que se expresa con la activación de nuevos actores sociales, sobre todo jóvenes, abriendo posibilidades de confrontar y resistir al fortalecimiento del neoliberalismo patriarcal y extractivista.

Sentimos una victoria simbólica que puede ser expresada como la necesidad urgente de mantener y construir sociedades comunitarias como verdadero ejercicio de democracia y transparencia entre todas y todos, con todas las voces y cuerpos, e incluso para elegir representantes y dirigentxs.

NO podemos permitir nuevamente ser despojadas de la palabra y el sentido de lucha que mantenemos como mujeres, seres humanos y organizaciones sociales, frente al patriarcado y el avance arrollador del capitalismo neoliberal.

“Luego de los días de tensión en la que nos hacen un llamado a volver a la normalidad tenemos que preguntarnos ¿qué es lo que supone la normalidad? … si ese volver a la normalidad es mantener el status quo (de los privilegiados, de los que nos invisibilizan, de los que olvidan el sufrimiento de la población empobrecida, abusadas de mil formas en una sistemática espiral de violencias estructurales patrocinadas por la alianza del patriarcado con el colonialismo, racismo, capitalismo). No encajamos en esa normalidad. Tampoco encajamos en la normalidad que representa el doloroso silencio e impunidad de los asesinados, los presos, los torturados, los vejados, los heridos y desaparecidos por la represión desde los gobiernos y por el sistema de exclusión social vigente.

Es inaceptable una “normalidad” en la que se criminaliza, persigue, amenaza y detiene de forma arbitraria y en silencio a líderes políticos y sociales —de cualquier tendencia— en esta  absurda “cacería de brujas” que se avizora y promete llevarse a muchas personas por delante.

Es necesario negarnos a asumir esa normalidad. No cesar en nuestra lucha, junto a hombres y mujeres con los que la trocha de la persistencia y la fe en la posibilidad de una verdadera transformación nos hace encontrarnos, la necesidad de desmantelar la normalidad, la necesidad de construir lo extraordinario que debe ser la dignidad convertida en costumbre. Debemos asumir plenamente, que la única forma de construir una sociedad diferente, es funcionar y actuar de forma diferente.”

Reconocemos el camino que hemos transitado con nuestras ancestras y que sabemos seguirán adelante con quienes nos prosiguen. Curamos nuestras heridas, bebemos nuestras lágrimas, gritamos nuestra rabia; compartimos nuestras ilusiones y esperanzas, buscamos alegría; atisbamos el camino que sigue, juntamos nuestras manos, nos levantamos y miramos hacia adelante para continuar.

Nuestro compromiso: es Con nosotras mismas, Con nuestras hermanas, Con nuestras ancestras, Con nuestras hijas e hijos. ¡Nuestro compromiso es con todas y todos; Nuestro compromiso es con nuestros pueblos; Nuestro compromiso es con igualdades y equidades, desde nuestras raíces, con el presente y el futuro!

NOS DECIMOS COMO LUNAS CRECIENTES:

CON NUESTRAS ANCESTRAS, CON LAS QUE NOS PROSIGUEN,

SEREMOS UNA LUNA LLENA QUE A TODAS Y TODOS NOS ILUMINE CON TERNURA Y PASIÓN