A finales de 2017 se realizó en Asunción (Paraguay) el Seminario Internacional “Luchas y alternativas para una economía feminista emancipatoria”. Entre las panelistas invitadas se encontraba Silvia Federici, autora del celebrado libro “Calibán y la Bruja”. Participaron mujeres de Paraguay y de otros países de la región.
Cultivo de subsistencia: Agricultura familiar campesina
Silvia Federici dice que una tarea esencial de la Economía Feminista es mostrar la importancia del cultivo de subsistencia, es decir, aquello que en Paraguay se llama Agricultura Familiar Campesina.
“Muchas organizaciones financieras, como el Banco Mundial, dicen que la cultura de la agricultura de subsistencia es la causa de la pobreza en el mundo. Dicen que las mujeres que están ligadas a formas de tecnología ‘atrasadas’ son las culpables del empobrecimiento de su comunidad. Dicen que es el dinero, no la tierra, lo que es fértil. La tierra debe servir como colateral: lo que les importa es que vayan al banco, que busquen préstamos y construyan formas de emprendedurismo a través de ellos”, dice, y agrega: “La consecuencia de esto es el endeudamiento de las mujeres. Muchas mujeres se han suicidado a causa de la vergüenza que les causaba no poder pagar sus préstamos”.
Explica que la Economía Feminista tiene su origen en las visiones epistemológicas de los movimientos sociales, pues fueron ellos los que fomentaron el debate y el análisis sobre el concepto de la reproducción en los años ‘70.
“Una tarea fundamental de la economía feminista debe ser, a nivel teórico, la de promover una crítica de la lógica de la acumulación capitalista. Es una lógica que se funda sobre la explotación del trabajo humano, sobre la privatización de la riqueza natural y de la riqueza producida. Por eso tiene efectos muy devastadores sobre la vida de las personas. Hay que empezar a repensar el mundo, a repensar las actividades dentro de una lógica que pueda fortalecer un sentido más común del mundo, pues otro mundo es posible”, opina.
“Otra de las tareas principales de la economía feminista es la de hacer una crítica del concepto mismo de economía. Nos han enseñado que la economía es la ciencia que muestra cómo utilizar la distribución de la riqueza en un contexto de escasez. Es imprescindible para la economía feminista demostrar que no hay escasez, que la escasez hoy y siempre es una cosa producida por las desigualdades sociales, por un sistema que se está comiendo el mundo, que se apropia de la riqueza natural, que la destruye y no se preocupa de reproducirla para las nuevas generaciones”, dice Federici.
Los peligros del microcrédito para las mujeres
“El microcrédito es una política que se ha introducido con el fin de acabar con la pobreza, pero se ha convertido en una política que ha transformado a muchas mujeres en endeudadas”, dijo Federici.
“Son muchísimas las mujeres endeudadas que viven en condiciones de grandes dificultades económicas. Están en una situación imposible: una vez que no pueden pagar los préstamos, las avergüenzan, son víctimas de violencia psicológica y hasta física, porque pierden el apoyo de otras mujeres en su comunidad, empezando por el grupo de mujeres al cual acudió para buscar el préstamo. Entonces, hay que hacer un análisis muy contundente de los microcréditos y mostrar cómo son construidos. No es que ‘no se aplican bien’, es que están hechos para empobrecer. Son construidos de una manera que sirve para separar a las mujeres del campo. Porque deben pagar inmediatamente, todas las semanas, así que no tienen tiempo para el cultivo”, añade.
Federici contextualiza que, aunque en los primeros tiempos el feminismo planteaba la posibilidad de salir a trabajar fuera de la casa como una forma de emancipación, luego las mujeres trabajadoras no solo debían trabajar doble jornada (fuera y dentro de la casa), sino que, además, con las deudas terminaron trabajando más cantidad de tiempo.
“Hoy las mujeres son los sujetos más endeudados del mundo. El 60% de las personas endeudadas son mujeres. Y no son las más pobres, que no pueden conseguir préstamos: son las que trabajan fuera de la casa”, explica.
“Se ha creado una forma de acumulación de capital en las compañías de préstamo, que ponen intereses del 50% y obligan a las mujeres a pagar el día estipulado. Las mujeres son las que más piden estos préstamos, lo que nos muestra cómo el trabajo fuera de la casa no nos ha emancipado. Hoy, las mujeres están tan empobrecidas que hasta se habla de la feminización de la pobreza”.
“Tienen que venderlo todo; esto es el mercado. El mercado es nuestro cuerpo: venden sus órganos, sus riñones, sus vientres, sus úteros -la maternidad subrogada-, venden a sus hijos. Eso nos da una imagen muy clara de lo que es la situación de las mujeres. Si una vez las mujeres tenían un pedazo de tierra, en las áreas rurales; hoy no. Las están expulsando o se les permite mantener la tierra con condiciones irrisorias. Yo acabo de llegar de Costa Rica, donde me han dicho ‘sí, alguna vez te dan un pedazo de tierra, pero te obligan a producir para la exportación’. Así, en poco tiempo las mujeres pierden la tierra. No solo eso, sino que se sienten culpables y piensan que no son capaces de ser emprendedoras. Eso es parte de esta violencia”, dice.
Sin embargo, la solución no está en quedarse en casa. Lo que propone Federici es trabajar “una comunidad”, con contexto cooperativo, de cambios en las formas de reproducción social. Pero plantea hacerlo ahora: no esperar al Estado.
Feminismo: un movimiento de refugio en Paraguay
Federici compartió sus ideas al final de un año complejo para los movimientos sociales en Paraguay.
Por un lado, fue un año previo a las elecciones y la oposición se mostró cada vez más dividida y fragmentada. Las organizaciones de centro/izquierda ya eran pequeñas hace un tiempo; hoy cada una se partió en dos o tres.
Por otro lado, ese proceso de atomización encontró un camino de convergencia en el feminismo a partir de 2016, que se notó más contundentemente en la marcha del 8 de marzo de 2017. Durante el gobierno de Horacio Cartes, el feminismo se convirtió en el “movimiento refugio” que superó las internas y las complejidades de la oposición. No faltan los intríngulis partidarios o apartidarios, pero hay una consigna superior que une a las mujeres: ¡No violencia!
El otro movimiento que se ha mostrado opuesto al gobierno es el campesino. Actualmente existen dos líneas grandes en su interior: por un lado, quienes hicieron las grandes manifestaciones de 2016 y 2017, agrupados en la Coordinadora Nacional Intersectorial (CNI); por otro, la Federación Nacional Campesina. Las principales reivindicaciones del primer grupo son la condonación de la deuda, la asistencia técnica y de mercado para la producción y la regularización de los asentamientos. Las propuestas del segundo grupo giran en torno a un “Congreso Democrático del Pueblo”, lo que comparte con la organización más reconocida de mujeres campesinas: la Organización Conamuri. Esta propuesta política plantea el acceso a la tierra y la renuncia de Cartes y toda su línea sucesoria.
Hace unos meses, la CNI hizo una manifestación importante y movilizó a los medios de producción cultural afines al gobierno de Cartes. La Federación Nacional Campesina, cuya propuesta es anticapitalista, dijo que lo que pedían los manifestantes “estaba mal” y dio ejemplo de que “la condonación no había funcionado” en otros tiempos. En pleno conflicto, se sentó en una mesa de diálogo con el gobierno de Horacio Cartes. El seguro agrícola propuesto por el gobierno, sin beneficiar a los grandes capitalistas financieros, es casi una utopía.
Al feminismo aún no le ha llegado la tensión del movimiento campesino, porque en Paraguay el feminismo tiene un rostro muy urbano. Aunque el último 25 de noviembre hubo dos marchas, no se vio como una tensión sino como una forma de cristalizar las diferencias para potenciar ambas manifestaciones y converger en la divergencia.
Para ver las conferencias completas del Seminario Internacional “Luchas y alternativas para una economía feminista emancipatoria” ingresar al canal de YouTube del Centro de Documentación y Estudios.