Las mujeres productoras cumplen un rol fundamental en el desarrollo sostenible y equilibrado de los ecosistemas. Sus saberes ancestrales son esenciales para el cuidado del ambiente.
La conmemoración del Día Mundial del Ambiente el 5 de junio fue una oportunidad para valorar el importante aporte de las mujeres rurales a la protección de los ecosistemas que contribuyen a sostener la vida en el planeta, actualmente amenazado por el cambio climático, la depredación de los recursos naturales, la contaminación de los ríos y los riesgos de nuevas pandemias, entre otros.
Desde su participación en la agricultura familiar, su relación con la tierra, el agua y las plantas, las productoras rurales cumplen un rol destacado para avanzar hacia el desarrollo sostenible, con un uso equilibrado de los bienes comunes que haga posible la detención de la degradación del ambiente.
“Como institución venimos acompañando los procesos de empoderamiento social y técnico productivo de mujeres campesinas de Cusco, que están desarrollando la agricultura agroecológica basada en técnicas sostenidas en el cuidado de los recursos naturales y la optimización del uso del agua en el riego”, explicó Elena Villanueva, del Programa de Desarrollo Rural del Centro de la Mujer Peruana (CMP) Flora Tristán (integrante de la AFM).
Esta experiencia tiene lugar en comunidades campesinas de los distritos de Andahuaylillas, Cusipata, Huaro, Oropesa, Quiquijana y Urcos, ubicados en la provincia de Quispicanchi, en la región surandina de Cusco.
Con su participación en la Escuela Agroecológica del CMP Flora Tristán, las productoras han enriquecido sus saberes ancestrales con una capacitación que ha tomado en cuenta sus dinámicas de vida y las relaciones de género existentes.
“Por la división sexual del trabajo, ellas suelen quedar excluidas de las oportunidades formativas tradicionales. Con la Escuela, sin embargo, han podido integrarse de forma sostenida a este proceso y fortalecerse en sus respuestas a los desafíos climáticos y ambientales que amenazan en forma permanente sus medios de vida”, sostuvo Villanueva.
Uno de los aportes recientes de las productoras involucradas en el proyecto ha sido la recuperación de las fuentes hídricas, con la implementación de técnicas prehispánicas de siembra y cosecha de agua en las comunidades de Sachac, Muñapata y Huasao, donde se ha forestado con plantas nativas y construido zanjas de infiltración, qochas rústicas y un reservorio de agua que ha permitido recuperar los ecosistemas de las zonas y beneficiar a las familias.
“Hemos trabajado mujeres y hombres en las faenas comunales para la construcción de estas obras, que representan mucho para nuestras comunidades porque nos permitirán recuperar los humedales y pastizales y, además, contar en tiempo de seca con agua para el riego de nuestros cultivos en biohuertos y a campo abierto, para dar de beber a nuestros animales y para nuestro propio consumo”, sostiene Maribel Palomino, presidenta de la Asociación Provincial de Productoras Ecológicas de Quispicanchi (APPEQ).
Para la lideresa, un ambiente sano implica tener agua de calidad y en la cantidad suficiente para sus necesidades domésticas y productivas, poder remontar la degradación de los suelos, producir en forma natural y saludable, y mejorar sus respuestas a las sequías, heladas y otros eventos del cambio climático.
“Nosotras, como productoras agroecológicas, contribuimos al cuidado de nuestro ambiente y a que nuestro planeta tenga vida, no solo para el presente sino para las futuras generaciones. Estamos impulsando buenas prácticas agrícolas, que usan nuestros recursos en forma equilibrada. Estamos demostrando que es posible tener otra forma de organización productiva en nuestro país”, afirmó.