A partir de una publicidad racista realizada por una de las principales tiendas del Perú, entrevistamos a la antropóloga Eliza Pflucker, integrante de la Colectiva “Presencia y Palabra”.
Las redes sociales del Perú estallaron a raíz de un comercial racista publicado por una de las principales tiendas del país. La publicidad de colchones de la Saga Falabella mostraba a una mujer blanca que narraba las “grandes diferencias” que tenía con su amiga afrodescendiente: la primera se describía como ordenada y obsesionada con la limpieza, mientras que le señalaba a la otra que era descuidada y olía mal.
Ni la agencia de publicidad (quienes idearon el comercial) ni la empresa (quienes lo aprobaron) ni la productora (quienes lo realizaron) detectaron el racismo que emanaba de su producto. Todos los filtros por los que pasó el comercial dieron el “ok”.
El Ministerio de Cultura del Perú, diversas plataformas de lucha contra el racismo y colectivos afroperuanos manifestaron su rechazo. Uno de estos espacios fue la Colectiva Feminista “Presencia y Palabra: Mujeres Afroperuanas”. La antropóloga Eliza Pflucker, integrante de esta Colectiva, escribió una carta para “Valeria”, la joven afrodescendiente del comercial. Eliza le habla a todas las Valerias que viven la normalización del racismo en una sociedad que sigue perpetuando el concepto de que las personas blancas son mejores y representan el ideal de belleza.
Entrevistamos a Pflucker, con quien hablamos sobre racismo, feminismos e interseccionalidad.
¿Qué significa ser una mujer afro y feminista en el Perú?
Ser mujer afrodescendiente, feminista y lesbiana en el Perú es una necesidad, una respuesta política de amor propio e histórico, que confronta a un sistema homogenizante, invisibilizante, opresor, etnocida y feminicida. Es enunciar junto a Victoria Santa Cruz y tantas otras mujeres negras y afrodescendientes de nuestras familias y compañeras de lucha “Ya tengo la llave”. Es lanzar el cuerpo, las ideas, la voz, para trenzar resistencias colectivas, aún sabiendo que el proceso no es simple pero es necesario. Es un acto de justicia a la memoria y a la existencia de nuestras abuelas, así como a la nuestra.
¿Quiénes son tus referentes históricos/as?
Mi primer referente siempre es mi bisabuela, Eusotolia Bravo. Mujer negra, trabajadora, solidaria, fuerte, con un proyecto de vida concreto: que su decendencia no viviera la exclusión que ella había vivido.
Durante mi infancia y adolescencia también lo fueron Whoopi Golberg y las hermanas Williams. Y la “histórica” Victoria Santa Cruz, a quien hay que escucharla, bailarla, acuerparla.
¿Cómo nació Presencia y Palabra?
Presencia y Palabra surge en el contexto del XIII EFLAC, realizado en Lima en noviembre de 2014. Nos autoconvocamos, impulsadas por la ausencia de representantes y temáticas específicas de las mujeres afrodescendientes y negras durante el encuentro.
Esta experiencia nos dejó el compromiso en Lima: construir una articulación, plataforma o colectivo que empezara a dialogar con los feminismos negros de la región, así como con todos los feminismos en Perú. A fin de construir desde la memoria es que nos quedamos y adaptamos el nombre de “Presencia y Palabra: Mujeres Afroperuanas”, iniciando un proceso que convocara a las mujeres afroperuanas y negras que habían sido parte de la construcción del movimiento afrodescendiente en el Perú, así como mujeres afrodescendientes que habían estado vinculadas principalmente al movimiento feminista y de derechos humanos. Queríamos reconocer su aporte, sus luchas, pero también las tensiones existentes. De esta forma comenzamos un proceso de autoeducación; empezamos a conocernos, a reconocernos, a dialogar y construir de manera conjunta lo que actualmente es Presencia y Palabra: un colectivo intergeneracional de mujeres afrodescendientes y negras feministas y antirracistas en el Perú. Un colectivo autogestionado, con la profunda necesidad de visibilizar y fortalecer nuestras presencias, apuestas, luchas, reivindicaciones, agendas, voces y palabras.
Este año realizamos el I Encuentro Feminista de Mujeres Afroperuanas, donde se abordaron temas que consideramos centrales para reflexionar entre mujeres afrodescendientes y negras: identidades racializadas; corporalidades, estéticas e identidades; organización y articulación. A su vez, quisimos abrir un debate o una reflexión ampliada sobre la lucha antirracista en los feminismos actuales.
¿Cuál es tu percepción sobre el movimiento feminista en el Perú?
Es un movimiento que se está removiendo. Todos los feminismos y feministas que vamos autonombrandonos estamos enriqueciendo al movimiento, vamos descentralizando, deslimeñizando, desacademizándo las formas de hacer y validar el feminismo en el Perú. Esta re-apropiación de los feminismos en el país nos exige reconectar las agendas y agencias de mujeres en nuestros barrios, nuestras regiones, nuestros grupos étnicos, orientaciones sexuales, trabajos, centros de estudios. Nos exige volver a mirarnos, diversas e incluso estratificadas, reconociendo que somos afectadas sistémicamente por ser mujeres, pero forzando también el ejercicio de ver la maraña de opresiones y violencias que vivimos desde nuestras particularidades.
¿Nuestro feminismo es realmente interseccional?
No. Vivimos en un país profundamente invisibilizante y racista. El discurso de todas las sangres o el mestizaje acholado -por hablar de la interseccionalidad étnica- gustó y caló tanto, terminó siendo tan funcional, que hasta en el feminismo se reproducen prácticas y discursos jerarquizantes, discriminadores o “programáticos” que intentan descifrar la interseccionalidad para empezar a desmontarle las piezas.
Este golpe lo sentimos cuando alguna feminista, en pro de su empatía interseccional, saca de la genealogía oculta, desterrada y olvidada de su familia, algún o alguna familiar indígena, afrodescendiente, trabajadora del hogar, migrante, obrera, etc. y desde ese personaje busca validar su interseccionalidad étnica o de clase, en un acto de completo discurso y práctica de poder hegemónico, en donde la interseccionalidad se descifra estrictamente desde la suma de opresiones y no desde el resultado de identidades opresoras.
¿Qué desea lograr el movimiento feminista afro a nivel local, nacional, regional?
Todo. Necesitamos seguir vivas, contar nuestra historia, nuestras vidas. Garantizarnos el derecho a una vida digna y plena. Una vida cargada de reflejos, de estética y poder negro. Una vida que resguarde la autonomía de nuestros cuerpos, nuestras decisiones, nuestros proyectos, nuestros amores.
¿Qué necesitamos saber las demás?
Mirar y reconocer sus reflejos.