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Reflexiones desde Paraguay: Extractivismo, soberanía alimentaria y Covid 19

¿Quién produce lo indispensable para sobrevivir en tiempos de pandemia? La feminista e investigadora del Centro de Documentación y Estudios (CDE), Lilian Soto, invita a reflexionar sobre la resistencia de las mujeres al extractivismo mediante su trabajo diario.

Por Lilian Soto*

La región de América Latina continúa inmersa en el ojo de la pandemia causada por el Covid 19 que se propagó casi sin aviso por todo el mundo e inmovilizó el planeta con medidas para hacer frente a la crisis de salud. En tanto la expansión del virus SARS-CoV-2 se fue revelando como inatajable, y el Covid 19 demostraba su letalidad, al punto que, a tres meses de declarada la emergencia sanitaria mundial, ya causó más de 320.000 muertes[1], las medidas de distanciamiento se convirtieron en cuarentenas y en una verdadera paralización mundial, principalmente para las personas. Las fronteras se cerraron en muchos países, y a fines de marzo casi toda nuestra región había clausurado el paso para todo lo que no fuera transporte de mercancías y retornos de personas repatriadas.

Mucha de la movilización de mercancías de un país a otro comprende insumos necesarios para garantizar la atención en salud de la población, y ello desató acciones al estilo pirata, como las denunciadas en relación con respiradores de Taiwán destinados a Paraguay, que quedaron en EEUU[2]. O lo acontecido con varias cargas de máscaras de protección, en su tránsito entre China y países de Europa y de América Latina, retenidas en algunos de ellos[3]. Si a esto sumamos que, en países como Argentina, Brasil y Paraguay, los gremios de sectores económicos de poder buscaron levantar las medidas sanitarias rápidamente para evitar pérdidas de sus cuantiosas ganancias, queda claro que el capitalismo expuso su peor cara en este periodo complejo para la humanidad, demostrando que la confrontación capital vs vida está más vigente que nunca, aún en tiempos tan inciertos y cuando la protección de la salud y la vida deberían ser priorizadas.

La otra vertiente central de la movilización de mercaderías es la provisión de alimentos. Permitir que a través de las fronteras pase lo necesario para que la gente tenga garantizada la alimentación es también una exención indispensable a los cierres fronterizos. Sin alimentos no sería posible sostener las medidas de cuarentena. Al analizar esto salta claramente que la importación de alimentos es hoy inevitable para países de la región con tierras fértiles y posibilidades de producir sus propios alimentos, pero que no lo han hecho porque las políticas públicas estaban centradas en el extractivismo y no en propiciar el autoabastecimiento alimentario. Por ejemplo, Paraguay, un país con más de 6.000.000 de hectáreas destinadas al cultivo, dedica apenas 6,3%[4] de esa superficie a la producción de alimentos, en tanto el resto está destinada al agronegocio, que avanza sin parar expulsando al campesinado desde los años setenta del Siglo XX[5].

Es cierto que hoy, en muchos países de nuestra región, comienzan a cobrar visibilidad los sectores que producen alimentos pese a las dificultades, como el campesinado o las granjas y huertas ecológicas. Pero si la pandemia sigue, la vacuna tarda en llegar, las medidas se extienden y, como especialistas de la economía lo predicen, el mundo ingresa a una recesión difícil y se produce una baja de la producción de los países proveedores de alimentos para el consumo, ¿qué pasará con la alimentación?

Durante décadas nuestros países del sur fueron obligados a especializarse en ser proveedores de lo que el norte necesita, lo que implicó la exportación de materia prima sacada directamente de la explotación de los bienes naturales, expandiendo proyectos de monocultivos, megaminería, privatización del agua y otros. No será fácil que ahora, una vez instalada la crisis, el daño causado por el extractivismo pueda ser revertido con rapidez. De hecho, difícilmente habrá interés de los sectores de poder económico en modificar el modelo cuando acabe la crisis.

Y entonces cabe preguntarnos si habrá posibilidades de que la mirada social post pandemia valore más la soberanía alimentaria, el autoabastecimiento en la alimentación, y deje de pensar en la explotación de los bienes naturales como un horizonte deseable. Probablemente eso dependerá de la disputa que se pueda dar ante este pensamiento que hoy suena hegemónico. Sí parecería claro que la dirección hacia donde se decanten nuestras sociedades en esta dicotomía, una vez que pase la crisis de salud, dependerá de cuánta capacidad exista de evitar que se monopolice el debate hacia las miradas y los conceptos de ‘desarrollo’ vinculados al extractivismo. Y de que en esa controversia de sentidos participen con voz potente y protagónica quienes han resistido al modelo obligatorio y han sido capaces de generar alternativas aún con medios tan adversos.

En esa actoría principal de la resistencia al extractivismo en América Latina, se encuentran, claramente, las mujeres: las campesinas que desarrollan huertas agroecológicas y bancos e intercambios de semillas nativas para contrarrestar la invasión de las transgénicas; las mujeres indígenas que se organizan para producir alimentos en las condiciones más difíciles, como las que viven en el Chaco paraguayo y utilizan el algarrobo para producir harina; las mujeres de los barrios populares de muchas de las ciudades de la región que organizan huertas urbanas, como las que empezaron los emprendimientos de agricultura urbana en la ciudad de Rosario, Argentina, a fines de los años 80 y principios de los 90[6], dando inicio a lo que hoy es una política pública municipal extendida. La indudable presencia femenina en la resistencia al extractivismo y en la producción de los alimentos necesarios para la sobrevivencia humana, es más visible que nunca en este tiempo de crisis.

Pero, además, las mujeres están siendo las responsables de evitar que el hambre se apodere de muchas de las comunidades populares de la región, organizando ollas y comedores que dan de comer a miles de familias. En Paraguay, estas iniciativas se multiplicaron en todo el país[7] y en las zonas rurales, la producción de la agricultura familiar campesina es la que provee los insumos que posibilitan preparar las comidas completas[8], e incluso surten a las que se desarrollan en las zonas urbanas[9].

Tanto la capacidad de las iniciativas que resistieron al extractivismo para proveer el alimento básico para la sobrevivencia en tiempos de pandemia, como el empuje de las organizaciones populares para organizarse y contrarrestar el hambre, y el rol que han tenido y tienen las mujeres en estos procesos, son haberes que no pueden ser silenciados en este tiempo, y menos cuando se produzca la salida de la crisis. En ese momento será más necesario que nunca elevar la voz y recordar que el modelo económico extractivista que se expande en la mayoría de los países de la región no es eficaz para brindar lo básico en alimentos que la población necesita en momentos de crisis mundial como la que vivimos, y que estos modelos de explotación de los bienes naturales, de expansión del agronegocio, de destrucción ilimitada de los recursos, envenenamiento de cursos de agua y exclusión de amplios sectores de las poblaciones de nuestros países, debe modificarse.

También debe quedar claro que los cambios no pueden producirse sin la participación de quienes impiden hoy que a la crisis de salud se sume y se expanda la catástrofe del hambre, por haber sido capaces de plantearse la soberanía alimentaria como un horizonte, y de organizarse para proveer alimentación.

Las prioridades de la humanidad, y quienes se ocupan de ellas, se revelan en tiempos de dificultades, y la pandemia nos muestra hoy que las mujeres y las organizaciones populares son actoras centrales para identificar y asumir responsabilidades para aspectos tan indispensables como garantizar la alimentación. Sus experiencias y aprendizajes no pueden ser obviados en el debate de salida de esta crisis y en decidir hacia dónde se orientarán nuestras sociedades para asegurar la sostenibilidad de la vida.

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* Lilian Soto es médica y feminista. Especialista en Políticas Públicas y ex candidata a presidenta de Paraguay, reflexiona sobre la importancia de la mirada de género en todas las dimensiones de la salud, sus determinantes socioeconómicos, situación, gestión y atención.

[1] Ver https://es.statista.com/estadisticas/1095779/numero-de-muertes-causadas-por-el-coronavirus-de-wuhan-por-pais/

[2] Ver en https://www.abc.com.py/edicion-impresa/locales/2020/04/01/senalan-que-eeuu-confisco-respiradores-de-paraguay/

[3] Ver https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/03/turquia-retuvo-un-avion-con-respiradores-para-espana-y-se-los-quedo-para-usarlos-con-sus-propios-enfermos/; https://www.telam.com.ar/notas/202004/447684-brasil-miami-respiradores-coronavirus-china.html

[4] Ver http://www.baseis.org.py/paraguay-destino-solo-el-6-de-sus-tierras-cultivadas-a-sembrar-alimentos-en-la-zafra-20132014/

[5] Ver Riquelme y Vera (2015) Agricultura campesina, agronegocio y migración El impacto de los modelos de producción en la dinámica de los territorios. Disponible en http://www.cde.org.py/wp-content/uploads/2015/09/Agricultura-campesina-agronegocio-y-migraci%C3%B3n.pdf

[6] Ver Lattuca (2012) La agricultura urbana como política pública: El caso de la ciudad de Rosario, Argentina Disponible en https://revistas.um.es/agroecologia/article/download/160711/140581/

[7] Ver https://www.youtube.com/watch?v=Qd1HsafHTis

[8] Ver http://coprofam.org/2020/04/21/los-paraguayos-combaten-el-hambre-durante-la-cuarentena-total-con-olla-popular/

[9] Ver https://www.ultimahora.com/fnc-dona-11500-kilos-alimentos-familias-afectadas-pandemia-del-Covid-19-n2880195.html