Cuatro policías violaron a una menor de edad en la alcaldía Azcapotzalco, un policía violó a otra menor en Cuauhtémoc, dos oficiales del D.F. violaron a una mujer en situación de calle y un guardia de seguridad abusó de una joven en el Museo de Fotografía. Pero, ¿qué indignó a las autoridades mexicanas? ¡Las protestas feministas, claro!
Una ola de brillantina (glitter) rosada está recorriendo México. Nació el 12 de agosto en la capital, donde varias mujeres y colectivos feministas se manifestaron contra la violencia sexual y la impunidad policial en las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia de la Cuidad de México (PGJ-CDMX), convocadas a través del lema “No nos cuidan, nos violan”. Como si los cuatro casos mencionados no fueran suficientes, la gota que derramó el vaso fue que la familia de la menor de Azcapotzalco retirara la denuncia, a causa de la filtración de datos personales y videos de la adolescente a los medios de comunicación.
“Quiero afirmar categóricamente que fue una provocación”, dijo la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheimbaum. Avisó que abriría expedientes de investigación contra las protestantes y alegó que la “violencia genera más violencia”.
¿A qué “violencia” se refería? A unas manifestantes que le tiraron brillantina violeta al secretario de seguridad ciudadana de la Ciudad de México, a la de un grupo de mujeres que arremetió contra una puerta de vidrio en otras instalaciones de la PGJ-CDMX y a unos graffitis que se hicieron en repudio a la violaciones perpetuadas por la policía.
Con la brillantina rosada como símbolo, las voces feministas respondieron con las consignas “Exigir justicia no es provocación”, “No nos cuidan, nos violan” y “Me cuidan mis amigas, no la policía”, entre otras. Se convocó a una nueva movilización para el 16 de agosto, que llenó las calles de al menos 15 localidades con miles de mujeres.
En Ciudad de México, algunos varones se infiltraron a la marcha y uno de ellos golpeó a un periodista; la filmación de este hecho fue una de las imágenes más compartidas en los medios de comunicación.
La marcha siguió hasta el monumento al Ángel de la Independencia, que fue intervenido con pintadas, mucho violeta y pañuelos verdes.
Los grupos feministas enviaron un pliego a las autoridades (disponible aquí) y, dos días después, Sheinbaum se reunió con 40 mujeres feministas y defensoras de los derechos humanos y aclaró que no hay carpetas de investigación iniciadas contra manifestantes, pero sí se seguirá “trabajando en el tema de la agresión a periodistas”. Tras la reunión, la jefa de gobierno manifestó que “lo importante es avanzar a una ciudad que erradique la violencia de género y continúe el diálogo con organizaciones”.
El 28 de agosto el gobierno publicó un nuevo plan de acción contra la violencia de género (disponible aquí), aunque algunos grupos expresaron disconformidad porque “es muy similar al que ya existía”.
En México se calculan 9 femicidios diarios. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2016) demostró que el 50% de las jóvenes de entre 18 y 29 años han sido agredidas sexualmente, y también el 39% de las adolescentes de 15 a 17. La impunidad es la ley ante la mayoría de estos casos, en especial si son perpetuados por policías: el informe “No es justicia”, de la Red de la Ciudadanización de la Justicia, señala que el 85% de jueces y juezas no toman en cuenta cómo las relaciones de poder y género influyen en los casos.
La reacción misógina
En los cuatro días que siguieron a las protestas del viernes 16, al menos 17 mujeres fueron asesinadas, según Milenio.
La actitud anti-manifestantes del gobierno y el énfasis de los medios de comunicación en la “violencia” ejercida por las feministas dieron rienda a una ola de respuestas machistas y fundamentalistas contra las mujeres. Se generaron insultos, difamaciones y hasta convocatorias para golpear feministas. Un empleado de la Fiscalía de Yucatán incluso invitó a incendiar a las mujeres que protestan, tras lo cual fue dado de baja.