Las Mujeres y la democracia de Proximidad Algunas pistas (para el VI Encuentro de la Red Mundial Forum de Autoridades Locales por la Inclusión (FAL)
Introducción
Como lo revelan las citas, muchos estudiosos y estudiosas feministas han desarrollado una vasta producción teórica y política sobre la mujer en los espacios de la ciudad, desde una perspectiva de derechos y de democracia. Hay importantes estudios sobre situación y condición de las mujeres y las relaciones de género en las ciudades, los procesos de descentralización y las formas de participación e impacto en las mujeres y las relaciones de género, la situación en la participación política de las mujeres, etc. Hay agendas levantadas, hay redes globales de mujeres alrededor del espacio y el poder local, Y hay ya gobiernos de las ciudades que incorporan planes de género en su gestión. Son avances significativos, auque, en el caso de las políticas de genero de los gobiernos de la ciudad, no siempre trabajadas transversalmente, no siempre superando la concepción de la mujer como grupo vulnerable, casi siempre fijándola en su rol de madre de familia y gestora de la cotidianeidad, sin considerar ni conectar con sus otros múltiples roles y expectativas.
En este artículo yo también me propongo ubicar la «problemática» de las mujeres y las relaciones de género en las ciudades como parte de la construcción de procesos democráticos arraigados en las vidas de las gentes y de las ciudades. La ciudad es el espacio inmediato de convivencia cotidiana y de incidencia en los asuntos públicos. Es el espacio «cercano» donde las ciudadanías ejercen o ven menoscabados sus derechos. No es un espacio neutro. Exclusiones y subordinaciones históricas, relacionadas con la clase, raza, etnia, edad, sexo, género, orientación sexual, se expresan. Es también el lugar donde se constituyen nuevos actores y actoras y se dan los procesos de apropiación y descrubrimiento de derechos. Las mujeres del movimiento de mujeres urbano populares en las diferentes ciudades de América Latina descubrieron su condición de ciudadanas y sujetas de derecho enfrentando autoritarismos familiares y sociales, y luchando por su inclusión en las dinámicas y decisiones de construcción de la ciudad. Es por ello también un lugar donde las personas, mujeres y hombres, negocian su reconocimiento y renegocian las relaciones de poder en las que están inmersas. Solo recuperando estas dinámicas como parte de las agendas democráticas y no como asuntos de las mujeres, es que se puede comenzar a entender la articulación de las discriminaciones de género con todas las otras discriminaciones y confrontar así más eficazmente no una manifestación de exclusión, sino las bases mismas en las que se sustenta. Este proceso de recuperación de las mujeres como sujetos sociales y políticos en las ciudades es tanto más importante porque la mayoría de la población mundial vive hoy en día en centros urbanos y en ellos la mayoría de habitantes son mujeres.
Las relaciones de poder que forman el entramado de la exclusión son complejas. La exclusión no es solo material sino también subjetiva y simbólica y las luchas contra la exclusión no se sustentan solo en la igualdad sino en el reconocimiento de las diferencias. Cualquier intento de incorporar una mirada democrática de derechos en las ciudades requiere ampliar la visión de derechos humanos, incorporar otras dimensiones e iluminar los procesos a través de los cuales las lógicas de la exclusión y subordinación funcionan en nuestras sociedades, develando los mecanismos menos visibles de la exclusión, que son mas impactantes por la naturalidad con que funcionan.
El artículo busca ofrecer una reflexión sobre los derechos de la ciudad y las mujeres y su impacto en la democratización del horizonte referencial de las ciudades. En la primera parte introductoria, ubico el contexto, reflexiono sobre los cambios en las dinámicas del Estado en periodos de globalización y el nuevo sentido de transformación que contiene el espacio local. En la segunda parte, avanzo algunas pistas que considero necesarias para recuperar una mirada más compleja de los impactos reales y simbólicos de la exclusión y discriminación en la subjetividad de las mujeres, y en la ciudad, debilitando su sentido de merecimiento de derechos. Analizo brevemente el doble sentido de justicia: -de redistribución y de reconocimiento-que alimentan la ubicación de las mujeres como parte de la construcción de una democracia de proximidad. Finalmente, recupero las dinámicas que conforman la ciudad como «política del lugar» y ofrezco una reflexión sobre las agendas de las mujeres urbanas y la forma que contribuyen a enriquecer la democracia de la ciudad.
I. El Contexto
América Latina ha enfrentado en las últimas décadas profundas transformaciones económicas, políticas, sociales, culturales y cambios significativos en los horizontes subjetivos de las sociedades. La generalización de la democracia en América Latina, no solo como forma de gobierno sino también como aspiración de la sociedad y como deseo, simbólico y real de impulsar su ampliación, ha traído nuevos valores y expectativas ciudadanas. Los estados a su vez están viviendo con mayor o menos intensidad, con mayor o menor contenido democrático, profundos procesos de reforma, buscando asentar procesos de gobernabilidad que apunten, al menos teóricamente, a perfilar mejor sus funciones, corregir sus históricas deficiencias y responder a las exigencias de un mundo crecientemente globalizado. Sin embargo, estas reformas generalmente no han logrado generar formas de mediación con los intereses ciudadanos. La generalización de una globalización con enfoque neoliberal y las políticas consiguientes políticas de ajuste estructural, a pesar de sus intentos de corregir las distorsiones económicas, han empobrecido a las ciudadanías, debilitado la orientación social de los estados. desplazando sus responsabilidades en este campo al mundo privado, impactando negativamente las condiciones de vida y los derechos ciudadanos de amplias mayorías de la población, con impacto especialmente grave en las mujeres, en la medida que la privatización de lo social ha aumentado su carga de trabajo en lo domestico y comunal, supliendo los servicios que el estado ya no realiza. Y si bien como señalan múltiples estudios, la participación económica de las mujeres ha aumentado sustancialmente en las últimas décadas, tanto en trabajo remunerado como trabajo no remunerado, las condiciones siguen siendo de alarmante desventaja, persistiendo como constante la invisibilidad de su aporte. A todo esto se añade la paradoja del avance en el horizonte de derechos y la creciente oleada conservadora y fundamentalista que trata de retacear los derechos existentes y negar los nuevos que aparecen en los horizontes subjetivos de las sociedades.
Por todo esto, las democracias no son robustas. Los vicios antidemocráticos de las democracias se han visto expresadas en muchos países de América latina, en los evidentes casos de corrupción, la existencia del narcotráfico como recurso económico, las economías de estabilización a costa de la recesión, el debilitamiento del carácter laico de los estados, con impactos negativos en los derechos de las mujeres. Los partidos políticos, también históricos generadores de sociedad civil e impulsores, aunque conflictivos y retaceadores, de movimientos sociales, han sufrido también una creciente debilidad en su capacidad de mediación entre sociedad civil y estado, al haber resistido su propia reforma democrática a todas luces necesaria y al haber apostado mas al aparato que a la renovación, debilitando en ese proceso también su interrelación con la ciudadanía. Lo que ha traído también la exigencia de pensar nuevas formas de representación en un momento histórico en que no solo las crisis de los partidos sino también la fragmentación o diversificación de la vida social ha implicado también la fragmentación, o diversificación, de intereses representables.
Los espacios de la ciudad
En el período de globalización, las dinámicas y los campos de acción de los estados nacionales también se han modificado. La globalización ha debilitado su alcance en relación a las demandas e intereses ciudadanos y también su alcance frente a las dinámicas globales. Es decir, como señala de Souza Santos , los estados aparecen hoy por hoy como demasiado chicos para responder a asuntos tan globales como el globo mismo (migraciones, capa de ozono, sustentabilidad del planeta, proliferación de armamentos, terrorismo internacional, etc.), así como las decisiones políticas a nivel global, y, al mismo tiempo, aparecen demasiado grandes para responder a las demandas cada vez más plurales y amplias de las ciudadanías en sus respectivos territorios.
Es en este contexto donde cobra toda su importancia los espacios de la ciudad, del poder local y gestión municipal. La democracia se construye y recalifica desde los espacios más cotidianos -y a pesar de las enormes limitaciones presupuestales y vicios centralistas de los países, la tendencia a la privatización de los espacios públicos, etc.- la posibilidad de una «democracia de proximidad», ( Castells ), desde lo local hacia las ciudadanías locales, implica no solo atención mayor -o visibilidad mayor- a los derechos de las ciudadanías sino también el poder impulsar la construcción de una ciudadanía desde abajo, que recupere y visibilice los múltiples intereses diferenciados de una ciudadanía cuyo desarrollo ha sido desigual y excluyente. Hay sin embargo dos paradojas a tomar en cuenta en el caso de las mujeres, y las relaciones de genero en la concepción de «proximidad», señaladas por Alejandra Mazzolo : la que enseña que no por cercano es mas accesible (las mujeres siguen no estando en política local, las cuotas han modificado presencia, pero los puestos de decisión siguen en manos de los hombres). Y la que enseña que por cercano, confunde, al inducir fácilmente a la naturalización de la ubicación de la mujer en la familia y la comunidad. Es decir, la proximidad democrática hay que construirla habilitando las condiciones que amplíen el margen de elección de las mujeres, incluyendo sus márgenes de incidencia.
En la medida que las posibilidades de injerencia ciudadana pueden ser mayores en los espacios locales, las posibilidades de exigencia de transparencia, rendición de cuentas, y aporte responsable a la construcción democrática, permitirían el desarrollo de una cultura política antihegemónica, que contribuya, al decir de Jorge Nieto, a cambiar las «democracias de notables» por «democracias de ciudadanos». La ciudad y lo local puede entonces convertirse en espacios de innovación democrática que podría superar la crisis de las instituciones representativas y de las organizaciones burocráticas (Castells ). Sin embargo, estas dinámicas se ven obstaculizadas por la persistencia de mecanismos de exclusión percibidos como normales, incluso en iniciativas que pretenden ser democráticas e inclusivas. Y es que la transformación de la realidad requiere la transformación de la mirada (Beck). Y la realidad cambió, es más compleja, con múltiples actores, con formas nuevas de organización, con nuevos sentidos en las luchas cotidianas, orientadas a la redistribución del poder y a la recuperación de la dignidad ciudadana.
Si el espacio y sus atributos son, en ultima instancia, las relaciones sociales que posibilita (Rainero, 2004) , uno de los retos mas urgentes es el de repensar los derechos ciudadanos desde nuevos enfoques y nuevas categorías que den cuenta de las complejidades y dimensiones negadas o suprimidas en el actual paradigma de desarrollo, alimentando un nuevo paradigma ciudadano, que responda a las complejidades de la vida social actual y confronte las dinámicas de exclusión desde la perspectiva de la clase, raza, etnia, genero, sexo, edad, orientación sexual.
Siendo fundamentales para enriquecer el horizonte de posibilidades de derechos, no se trata solo de leyes y reconocimientos ciudadanos formales, sino de generar condiciones, materiales y subjetivas, que habiliten su apropiación y ejercicio. El caso de las mujeres es ilustrativo: Los avances en estas últimas décadas han sido grandes, por la disputa permanente que han levantado los movimientos feministas y de mujeres, por los avances logrados en las diferentes conferencias mundiales de las últimas décadas. Existe igualdad ante la ley en todos los países de la región, existe una creciente legislación a favor de la igualdad, a nivel nacional e internacional, existen políticas de afirmación positiva, etc. Sin embargo, las brechas son aun relevantes, entre mujeres y hombres y entre las mismas mujeres. Pesa en ello no solo la discriminación de género sino la forma en que las múltiples exclusiones se imbrican y agudizan y la forma en que se expresan en la ciudad y en el espacio local. Y si bien todos los temas, problemas y disputas de la ciudad son también disputas de las mujeres (vivienda, agua, seguridad ciudadana, transporte, contaminación y salud ambiental, participación política en los las decisiones que afectan la orientación y dinámicas de las ciudades, etc.), su impacto y acceso es diferenciado en las mujeres, por el peso de las relaciones de genero inequitativa, y mas aún cuando están cruzadas por otras discriminaciones. De lo que se trata es del incidir también en el cambio de la lógica de la dominación y la exclusión, es decir, cambio en las relaciones sociales que la sustentan.
Las mujeres siguen teniendo un rol protagónico en lo privado y una débil visibilidad y reconocimiento en lo publico y no se ha logrado aun que la mirada de genero se incorpore «como parte constitutiva del conocimiento disciplinario» ni se ha logrado transformar la «óptica androcentrica de la ciudad» (Carta Mundial por el Derecho de las Mujeres a la Ciudad). De allí la importancia de un cambio en la mirada. Y de desarrollar nuevos marcos interpretativos y nuevas estrategias, que permitan transformar los malestares y demandas de las mujeres en propuestas políticas y constitutivas de la agenda democrática de la ciudad.
II. Algunas Pistas
La exclusión como inmerecimiento de derechos: la ciudadanía subjetiva devaluada
Para ser parte constitutiva del conocimiento disciplinario, hay que ampliar el conocimiento e iluminar los mecanismos más «opacos» de la exclusión. Uno de ellos es la asignación devaluada o denigrante que se adjudica a determinadas características físicas, étnicas, de género, de discapacidad, de orientación sexual. Esta es una exclusión de diferente signo: además de ser, en muchos casos, sistémica , es también una exclusión subjetiva y simbólica; construida a partir de imaginarios culturales y expresada como discriminación, estigma o prejuicio, generando permanentemente nuevas exclusiones, (Casaravilla) al romper la dinámica de reconocimiento mutuo, de sentirse iguales en su diferencia, de aceptar finalmente otras formas de vida. Las consecuencias en las auto percepciones sobre exclusión o acceso a derechos y por lo tanto en las ciudadanías subjetivas, individuales y colectivas, es enorme, porque tiende a legitimar la misma exclusión, al llevar a las personas a percibirse como sujetos menos merecedores de derechos frente a otros. El impacto sin embargo es mayor, al generar un imaginario de doble estándar de derechos para toda la sociedad, donde un sector de la población (generalmente en situación de exclusión en razón de raza, etnia, género, sexualidad) aparece recibiendo no derechos sino, como señalan Fraser y Gordon , un «donativo puro, unilateral», al que el receptor no tiene ningún derecho y al que el donante no está obligado. Los pobres y los excluidos y discriminados aparecen como ciudadanos pasivos que no exigen sino que reciben por buena voluntad. Esta es la base una ciudadanía subjetiva sin conciencia clara del «derecho a tener derechos», que es un terreno propicio para políticas clientelares o asistenciales, tan propios de nuestra historia en la región.
Esta conciencia débil del «derecho a tener derechos» tiene efectos de más largo aliento, en la cultura política de una sociedad, al debilitarse la relación entre democracia y ciudadanía, al distorsionar profundamente el sentido de derechos, al normalizar la exclusión . La violencia contra las mujeres es un buen ejemplo de esta «normalización»: a pesar de la existencia de leyes, la violencia contra las mujeres no esta suficientemente registrada, ni atendida, las mujeres y la ciudadanía en general tienden a subestimarla, las mujeres tienen a sentirla como un asunto personal, rodeado de culpa y de vergüenza. Y no esta incorporada sino muy recientemente en algunas ciudades como parte de la violencia urbana y sujeto integral de las políticas de seguridad ciudadana.
A la base de esta auto- desvalorización esta sin duda la dificultad de auto percibirse como productoras de riqueza, (y la dificultad de la sociedad) no solo por los bajos salarios, el desempleo, subempleo, sino básicamente porque su trabajo cotidiano, su trabajo reproductivo, no es considerado. El visibilizar el aporte de las mujeres al desarrollo económico y social de las ciudades es un campo estratégico de transformación. No es solo valorar su trabajo domestico y comunal sino, desde una mirada macro, ubicarlo dentro del ámbito de economía reproductiva (Elson ), que constituye según estudios y cifras contundentes, una parte significativa de la riqueza de un país. Y evidenciar entonces que tanto la economía productiva como la economía reproductiva generar la riqueza de una sociedad… y de la ciudad y sus familias. Ello tiene impacto en la exclusión subjetiva y simbólica de las mujeres pero también en la subjetividad de la ciudad, porque modifica los «lentes» con los que valora a las mujeres, rompiendo la «naturalidad» de la situación.
Superar la subjetividad de la exclusión requiere una cultura de derechos y de dialogo democrático. Ese es un espacio de intereses compartidos entre el gobierno de la ciudad y la ciudadanía.
La justicia de redistribución y la justicia de reconocimiento
Para romper la naturalidad de la opresión dos exigencias están a la base de una mirada más integral, que resumen las dimensiones básicas de las luchas de las personas y las colectividades por sus derechos: la lucha por el reconocimiento y la lucha por la redistribución, (Fraser ) ambas en permanente tensión en América latina, especialmente dentro del modelo neoliberal que ve la ciudadanía como acceso individual al mercado, la identifica con éxito empresarial, convirtiendo los derechos en mercancías. Ambas son dimensiones de justicia. La de redistribución, arraigada en la estructura política económica de la sociedad, y la de reconocimiento, arraigada en las dimensiones culturales valorativas de la sociedad, dimensiones articuladas pero irreductibles una a otra. Una hace énfasis en la igualdad, la otra en el reconocimiento de las diferencias. Este doble y simultáneo movimiento no solo recupera la variedad de formas de exclusión sino también permite una redistribución más justa y equitativa y una complejización en el análisis de la realidad. Sin el impacto simultáneo de ambas dimensiones se debilita el piso democrático, en la medida que el reconocimiento sin redistribución siempre será parcial, excluyente e injusto y que la redistribución sin reconocimiento, uniformiza y debilita las luchas que apuntan a visibilizar las múltiples identidades e intereses. Una política de redistribución busca la disponibilidad equitativa, entre mujeres y hombres de los recursos económicos, culturales, sociales, organizativos, recreacionales, afectivos, de la ciudad. Una política de reconocimiento visibiliza a las mujeres como sujetos politos y sociales, con derecho a la igualdad y con reconocimiento de su diferencia, y la importancia de su atención y visibilidad. Planificación urbana con perspectiva de genero y de edad, y discapacidad, estadísticas desagregadas por sexo, ciudades iluminadas para evitar la violación, casas de acogida y protección de la ley frente a la violencia domestica, respeto a su organización autónoma, políticas de afirmación positiva, reconocimiento de sus derechos sexuales y derechos reproductivos, incorporación en los presupuestos participativos de la contribuciones remuneradas y no remuneradas de la ciudadanía, políticas publicas que reconozcan a las mujeres no solo como madres sino como ciudadanas, son algunas de las políticas a impulsar.
La democracia de proximidad desde las mujeres
Estas dos formas de justicia son las que posibilitan, para las mujeres, ser parte de la «democracia de proximidad». (evitando las paradojas de su ausencia o de la extensión de su rol domestico). Es la apropiación de su condición de ciudadana lo que lleva a que las mujeres (y los grupos excluidos en general) expliciten y ejerzan sus derechos a la ciudad. Y ello tiene consecuencias democráticas claves: La posibilidad por ejemplo de pasar de su condición de vecinas a su condición de ciudadanas (Barrig ). Es decir, la identidad de vecina ha llevado a las mujeres a ser intermediarias en el alivio de la pobreza, a ser portadora de servicios comunales hacia la familia, reforzando su identidad domestica, la que generalmente no repercute en su condición ciudadana. Es una forma de participación extensiva del ámbito domestico, supliendo la incapacidad del estado para atender eficientemente la pobreza. Su paso a ciudadana implica por el contrario la posibilidad de exigir el acceso a sus derechos y asumir responsabilidades frente a ellos, levantar una voz publica y proponer soluciones a problemas específicos y a orientaciones en la política de la ciudad. Su ciudadanía subjetiva se ve así modificada desde una débil conciencia de derechos a una activa generadora de potencialidades democráticas y a su afirmación como sujetos de derecho. Esta «democracia de proximidad» se alimenta y enriquece con la noción de las mujeres como portadoras de derechos, entre ellos el derecho a la participación en los niveles de decisión.
III. La ciudad como «política del lugar
La democracia de proximidad lo es también porque genera demandas de relaciones democráticas en los espacios más próximos, más cotidianos, ligándolos a los contextos y espacios públicos. Redistribución y reconocimiento requieren recuperar los diferentes espacios donde transitan las mujeres, donde se generan sus exclusiones, sus resistencias, y donde surge su capacidad de propuesta. En un interesante estudio, Harcourt y Escobar demuestran que en el mundo globalizado el lugar sigue siendo el medio por el cual el individuo interpreta la realidad y organizan su vida; es en el lugar donde se dan las resistencias y las alternativas frente a una realidad social y cotidiana. Desde el lugar, las mujeres están participando en una forma nueva de hacer política, dando voz y visibilidad a las luchas silenciadas. En esta mirada, son 4 dimensiones de la política del lugar que están íntimamente relacionadas: el cuerpo, el hogar, el medio ambiente, el espacio público social, produciendo una nueva interrelación entre lo público y lo privado. Y produciendo también un conjunto de derechos que amplían la perspectiva democrática de las ciudades. Es un proceso de politización de los conflictos sociales desde lo cotidiano a lo público.
El cuerpo de las mujeres esta no solo atado a lo privado o al ser individual, sino que esta integralmente vinculado a la comunidad y al espacio publico. Es el espacio de placer y sufrimiento. Es el lugar donde comienza su lucha política: por la autonomía, por sus derechos reproductivos y sexuales, por una maternidad segura, contra la violencia, y opresión sexual, por la salud, por a vejez digna, por orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual En suma, el cuerpo actúa como mediador de las experiencias de relaciones sociales y culturales vividas. El hogar, es el espacio desde donde muchas mujeres aun derivan sus identidades y roles sociales y políticos más importantes. Es un espacio paradójico: por un lado, es el espacio del afecto y la solidaridad cotidiana; por otro, es un espacio donde se ejerce poder y un espacio de violencia y opresión. Es también allí donde se realizan muchas labores vitales y subvalorizadas (economía reproductiva) y donde se da la resistencia y la lucha por erradicar las practicas de exclusión y subordinación y por la redistribución de recursos económicos, sociales y subjetivos en lo domestico y en la ciudad, redefiniendo las relaciones al interior del hogar y la relación entre el hogar y la comunidad más amplia. El medio ambiente incluyendo, pero no limitado, a la naturaleza, hace referencia a un sistema de relaciones económicas, políticas y culturales que definen el entorno de la cotidianeidad de las mujeres: se vincula con todos los aspectos de la supervivencia: medios de vida, justicia, calidad de vida de la ciudad. Al medio ambiente están incorporados el cuerpo, el hogar y la comunidad. Por ello, el ambiente esta inmerso en relaciones de genero y es pautado por ella. El espacio publico, concebido en términos socioculturales y físicos, y percibido como una instancia que potencialmente hace posible la conexión entre el principio de igualdad política y el de participación ciudadana en lo que es interés común. El espacio público es necesario para preservar una vida social más plena y para enriquecer la calidad de interacción democrática. Mientras mas interacciones se den en este espacio, mayor calidad de vida democrática en el espacio local. Este espacio público, expresado en el barrio o en la comunidad, proporciona el territorio de lo cotidiano.
Ahora bien, el espacio publico no es un espacio abierto, sino mas bien un espacio de disputa. Las dimensiones políticas del cuerpo, hogar, ambiente como lugar convergen en la negociación por entrar a la esfera pública. Y este espacio público puede ser tremendamente agresivo para las mujeres; porque es la esfera tradicionalmente dominada por los hombres, a pesar que las mujeres intervienen, pero acceden limitadamente a la toma de decisiones políticas y lo hacen generalmente sin visibilidad ni audibilidad. Es el espacio donde se ven excluidos o silenciados sus intereses de genero y donde se dan sus luchas por la redistribución de recursos y poder y el reconocimiento como sujetos y actoras sociales. Y es que a pesar que las mujeres permanecen más tiempo en el barrio o la ciudad, ocupan al mismo tiempo menos espacio público que los hombres. Este acceso diferencial a la ciudad, o a la comunidad, es producto del acceso diferencial que las mujeres tienen a la ciudadanía. De allí el reto de construir o potenciar la posibilidad de espacios públicos en lugares mas cercanos a las mujeres, al mismo tiempo que volverlo mas seguros, más participativos, más convocantes.
Los conflictos que viven las mujeres en estas diferentes esferas implican procesos de transformación en todas estas esferas del lugar. Y los mayores cambios políticos se dan cuando las mujeres y las políticas de género, actúan simultáneamente también en estas 4 dimensiones.
La política del lugar en las agendas de las mujeres en la ciudad. El ejemplo de Villa el Salvador
En un proceso de discusión conjunta las organizaciones de mujeres del distrito de Villa el Salvador -conocido por su historia de lucha y conquista de derechos ciudadanos y su modelo participativo de gestión- levantaron sus principales demandas, en el marco del desarrollo del distrito (Plan de Desarrollo Concertado y Presupuestos Participativos). La «Agenda Política de la Mujer: 10 demandas urgentes» fue concebida como «…instrumento base para la concertación con las diferentes instituciones publicas o privadas que intervienen en el distrito: gobierno local, ONG, partidos políticos, organizaciones sociales de base, entre otras, a fin de logra procesos participativos en los que la voz de las mujeres y su participación en la toma de decisiones estén garantizados» (Agenda Política de las Mujeres).
Y es que a pesar que las mujeres del distrito tienen una alta capacidad organizativa, no existe una política clara para incorporar a las organizaciones de mujeres en los procesos del Plan de Desarrollo y los presupuestos participativos. Por ello, la participación de las organizaciones de mujeres en VES ha sido débil. No solo los horarios de reuniones, no solo el hecho que no exista espacios de atención a los hijos e hijas que faciliten la presencia de las mujeres. También influye la forma de organización – territorial- de la ciudad. La organización en base a territorios no es fácilmente accesible a las mujeres, porque el liderazgo en estos espacios es mayoritariamente monopolizada por los hombres y porque no contempla otras formas de organización,- transversal a los territorios, o temáticas- de las mujeres del distrito.
Diez fueron las propuestas de consenso, las demandas comunes que aportan como ciudadanas a los procesos de desarrollo distrital, que fueron presentadas en un nutrido Foro «Democracia y Participación Ciudadana: las mujeres en la toma de decisiones». Lo interesante de estas demandas es que, sustentadas en las carencias y necesidades inmediatas de las mujeres, las trascienden para perfilar políticamente una lucha por la dignidad ciudadana Son propuestas para negociar políticamente con el estado y con la sociedad civil , que combinan, simultáneamente, la dimensión del cuerpo, el hogar, el ambiente y el espacio publico, dando una nueva articulación entre lo público y lo privado y logrando evidenciar la relación entre sexualidad, producción y reproducción, como cuestiones que hacen parte de los planos simbólicos y materiales de las relaciones de explotación y dominación, no como dimensiones aisladas y sin conexión, sino como constitutivos de una determinada vida social (Betania Avila, 2005 ).
Agenda de las mujeres de Villa El Salvador a la ciudad
Las 10 demandas urgentes expresan también la propuesta de dialogo de las mujeres organizadas con el gobierno de la ciudad y con sus instituciones, con la sociedad civil y en sus relaciones cotidianas: Afirmación de su derecho a la participación y generación de condiciones para asegurarla, revaloración de su aporte económico al mismo tiempo que reivindicación de su derecho a trabajo remunerado; violencia domestica y sexual como parte d la violencia urbana y como parte de las políticas de seguridad ciudadana, planificación urbana con perspectiva de genero, servicios de calidad y con trato digno, acceso a derechos del cuerpo, derecho a la recreación y al reconocimiento de diferentes necesidades en casa momento del ciclo vital (niñas, jóvenes, adultas, adultas mayores). No son propuestas funcionales, que buscan instrumentalizar el acceso de las mujeres a los servicios existentes. Es una exigencia de participación deliberante, de acceso a derechos desde la predistribución del poder y el reconocimiento de su presencia y aporte. Solo ofrezco ahora un breve resumen de los contenidos de cada una de estas demandas urgentes:
– 1. Que se garantice una participación política plena de las mujeres en los procesos de participación ciudadana del distrito: garantías para una participación amplia y representativa, sin discriminación por género, etnia, generación, religión o partido político. Que las reuniones se realicen en horarios adecuados para las mujeres y se cuente con espacios de cuidado para hijos e hijas. Y el estar informadas y capacitadas para decidir autónomamente, sin presión social o de la pareja.
2. Reconocimiento y valor al trabajo doméstico que realizan. Lograr autonomía económica, para lo cual es necesario reconocer, económica y socialmente, el trabajo en la casa y las múltiples estrategias de sobrevivencia que despliegan. Demandan generar ingresos económicos, desarrollando iniciativas empresariales. Y exigen al gobierno de la ciudad que asuma un rol promotor en estos aspectos.
3. Mejoramiento de las condiciones físicas urbanas. Agua y desagüe, pistas y veredas seguras, con alumbrado publico, con parques y jardines, con una ciudad limpia y agradable.
4. Mejorar la calidad educativa del distrito. Una educación de calidad tanto para hijos(as) como para ellas mismas, como una forma de fomentar su desarrollo personal y enriquecer la participación. Apoyo a la creación de una Universidad en Villa el Salvador.
5. Acceso a servicios de salud de calidad. Trato digno en los servicios de salud del distrito y fácil acceso a las medicinas. Capacitación al personal médico y se le exija un trato de respeto a las y los pacientes de los diversos servicios médicos, tanto privados y públicos, del distrito. Acceso a mujeres con menores recursos. Información sobre salud sexual y reproductiva, Promoviendo en diversos espacios escuelas para padres de familia, apoyándolos para abordar los temas de sexualidad con las y los hijos menores
6. Un ambiente seguro, libre de violencia, en el que se pueda transitar seguras y tranquilas. Mayor seguridad policial, y derecho a no ser maltratadas al momento de pedir los servicios (cobros extra o chantajes). Que las calles, parques, lugares públicos se encuentren bien iluminados de modo de que el miedo al transitar por la ciudad desaparezca. Que se controle el pandillaje en las y los jóvenes. Generando espacios donde los hijos e hijas puedan transitar libremente y donde las y los niños jueguen sin temor.
7 Un espacio para recreación de las mujeres, donde puedan estar entre mujeres, conversar, divertirse, hacer deporte Los espacios existentes deberán ser más equitativos, que consideren las necesidades de las niñas, jóvenes, mujeres adultas y adultas mayores.
8. La mejora de los programas alimentarios. Mejoramiento de la canasta familiar, optimizar el servicio de los comedores a los que acceden las familias más pobres del distrito, aprender a manejar los alimentos en forma balanceada. Promoción de programas y campañas comunales de apoyo a la Salud Alimentaria de la comunidad.
9. Un distrito libre de violencia contra la mujer en la familia. Espacios y programas de tratamiento para los hombres que maltratan a las mujeres y espacios de acogida para las mujeres que se encuentran en esta situación de violencia. Construcción de la Casa de Acogida , garantizando la atención de profesionales especialistas en el tema, que sea un lugar seguro para estas mujeres y para las y los niños que viven de manera cotidiana una situación de violencia.
10. Una vivienda digna. No aspiran solo a un techo sino a una casa digna con servicios básicos y equipamientos urbanos. Ello requiere acceso a programas de crédito para el mejoramiento progresivo de las viviendas.
2 Alejandra Mazzolo, Liliana Raniero, Patricia Provoste, Silvia Vega, Mariela Mazzoti, Maria Arboleda, y muchas otras.
3 Entre los más significativos están la Red Mujer y Hábitat, la Unión Internacional de Autoridades locales (IULA), Red de Merco ciudades, Red Urbal, Federación de mujeres municipales, etc. Espacios desde donde las mujeres han producido un conjunto de lineamientos sobre mujeres y gobiernos locales.
4 Notablemente, los gobiernos locales alrededor del FSM y agrupados en el Foro de Autoridades Locales, que organizan este Foro y que tienen una amplia trayectoria de búsqueda democrática.
5 De Sousa Santos, Boaventura 1994. Towards a New Common Sense: Law, Science and Politics in the Paradigmatic Transition. Routledge, New York
6 Castells, Manuel 1999 «Los efectos de la globalización en América Latina por el autor de «la era de la información», en Insomnia. Separata Cultural, (Uruguay) N° 247, viernes 25 de junio
7 Mazzolo, Alejandra (2005) La incursión de las mujeres en los procesos de descentralización. Red Mujer y Hábitat
8 Op. Cit
9 En: Semana Internacional Ciudades Seguras para las Mujeres y Niñas. 2da Conferencia Internacional. Bogota. 2004
10 Casaravilla, Diego s/f. Sobre Villeros e indocumentados: hacia una teoría sociológica de la exclusión social. Sala de Lectura – Biblioteca Virtual del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO
11 Fraser Nancy y Gordon Linda. 1992. «Contrato versus Caridad: Una reconsideración de la relación entre Ciudadanía Civil y Ciudadanía Social». en ISEGORA, Rev. de Filosofía Moral y Política No. 6, Nov. 1992, Madrid.
12 Un ejemplo dramático de cómo la lógica de inmerecimiento de derechos va mas allá de las y los que se sienten excluidos para proyectarse en toda la sociedad es la de los resultados de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Perú: de los cerca de 70,000 muertos en la década de la guerra interna, el 75% eran quechua-hablantes o de origen quechua-hablante. La Comisión de la Verdad también recogió algo que había estado invisibilizado en los recuentos de los daños de la guerra: la violación sexual sistemática de las mujeres por todos los bandos en conflicto.
13 Elson Diane y Gideon Jasmine (1999) «El Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el empoderamiento de la mujer. UNIFEM. Universidad de Manchester, Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para las mujeres.
14 Fraser Nancy. 1998. «From Redistribution to Recognition? Dilemmas of Justice in a «Post-Socialist» Age», en Feminism & Politics, Anne Phillips Editora. Oxford University Press.
15 Barrig, Maruja , 1986. De Vecinas a Ciudadanas . Barrig editora. ZUMBÍ. Lima
16 Harcourt Wendy y Escobar, Arturo, 2003 «Mujeres y Política de Lugar». En Desarrollo. Lugar, política y Justicia: las mujeres frente a la globalización. Revista de la Sociedad Internacional para el Desarrollo. Italia.
17 Esta experiencia fue impulsada por DESCO, Centro de estudios y Promoción del Desarrollo, ONG histórica en su compromiso con los cambios democráticos y los movimientos sociales.
18 En las jornadas de los presupuestos participativos del Municipio de Porto Alegre esta el famoso bus «brincadeira», con juegos y espacios de creación para los hijos e hijas de las mujeres que participan en los procesos del presupuesto participativo y que se extienden hasta cerca de la medianoche.
19 Avila, Betania 2005. Las Nuevas Luchas emancipatorias que alimentan una democracia radical. Nota Conceptual. Panel Democracia Radical. FSM 2005. Articulación Feminista Marcosur.
20 La Casa de Acogida fue aprobada en el presupuesto participativo del 2005.