En Paraguay, la suspensión de clases para prevenir más contagios de coronavirus suma una carga más a la vida de las personas que cuidan, en su mayoría mujeres. Además de sobrevivir a la pandemia y garantizar que no falte el alimento a la familia –y, a veces, también a la comunidad-, ahora se suma el rol de docentes. Las auto descalificaciones aparecen en broma, y no tanto: “Yo ya era mala madre, ahora soy mala profe”, dice una madre agotada. “Si no nos mata el coronavirus, nos matan las clases”, dice otra. Estas son algunas de sus historias.
Por Adriana Closs Corrent
Que los niños y las niñas son un vector importante de transmisión del coronavirus, o de cualquier virus, es un hecho. En toda la región se suspendieron las clases como estrategia para contener y controlar el avance de la pandemia, pero esto tiene consecuencias directas en la vida de las mujeres, ya que la escuela es el principal espacio de cuidado alternativo a la casa.
El ministro de Educación de Paraguay anunció la suspensión total de las clases presenciales y la adopción de las clases a distancia para todo el 2020. ¿Y las familias? ¿Y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes? ¿Y sus cuidadoras, la mayoría mujeres? Estas preguntas están aún en el aire. Mientras, las mujeres siguen resolviendo como pueden la gestión de una crisis mundial que a sus vidas les añadió nuevas y enormes cargas de trabajo de cuidado.
Dalma tiene dos hijas y un hijo. La más grande, Betania, está en cuarto grado. El más chiquito, Lucio, en Jardín de Infantes. Y Leticia está en el medio. Todos los días tienen clases virtuales: sí, hasta el chiquito de Jardín, que en julio cumplirá 3 años. “Arranca a las 8 de la mañana y son 6 videoconferencias por día, sí o sí. Mandan una noche antes los materiales para imprimir y al otro día desarrollan las fichas en cada clase. Al menos ahora no hay tarea, porque se hace todo durante la videoconferencia”, explica Dalma en un tono que mezcla cansancio y resignación.
Por ahora Dalma puede con los tres, pero apenas se levante la cuarentena ella piensa reabrir su peluquería. Trabajadora independiente, tiene personas a su cargo y una clientela en confinamiento a quienes les está creciendo el pelo y apenas puedan irán para un corte o un tratamiento. Si acabada la cuarentena las clases no se reinician, ¿qué va a hacer con los tres?
En la misma situación está Mariana, arquitecta que trabaja fiscalizando obras, de momento paralizadas. Es mamá de Aramí, que está en segundo grado, y Juan, de 2 añitos y que al inicio de esta pandemia recién comenzaba el cole: “Ya recibí correos de la profe porque Juan no quiere hacer los deberes. Pero, si es por mí, ¡que repita el Jardín!”. La sensación es que, en la mayoría de las familias, la preocupación no es que los niños y niñas pasen de grado, sino sobrevivir -en todo sentido- a este futuro cercano e incierto.
La economista Ana Rojas Viñales, Doctora en Ciencia Política, explica que dentro del concepto de “trabajos no remunerados” se incluyen las actividades dentro del hogar y el cuidado de otras personas, ya sea niños, niñas, adolescentes, personas mayores o con discapacidad. “Según la Encuesta del Uso del Tiempo del 2016, las mujeres dedican el 61% de sus horas semanales al trabajo no remunerado, en comparación a los varones que dedican el 25% de sus horas. Lo que equivale a 28,7 horas de las mujeres versus 12,9 horas de los varones”.
Las historias de Dalma y Mariana son de familias en situación de privilegio: con desigual acceso a internet, son miles las que no tienen la posibilidad real de llevar de manera adecuada clases virtuales durante todo un año lectivo. El resultado, de prosperar esta decisión gubernamental, será el aumento de la brecha educativa entre quienes tienen una computadora con acceso “full” a internet, y quienes no la tienen. En un audio viralizado por WhatsApp, la “mamá de Bianca” describe claramente el aumento del estrés y, muy probablemente, el impacto durísimo de las clases online en la convivencia familiar: “Hola profe, yo soy la mamá de Bianca. Te voy a avisar que yo me voy a retirar. A mí misma me fuerza esta cosa y no voy a poder ayudar a mi hija. Voy a esperar que empiecen otra vez las clases, porque es muy jodido. La vez pasada estaba estudiando con su papá, él le copió unos cuantos (ejercicios) y yo no entiendo la letra de su papá, menos va a entender ella. Todo esto es un dolor de cabeza. Voy a esperar que empiecen las clases bien otra vez, porque esto es demasiado para nosotros. Nos enferma más que la enfermedad. Te quería avisar que yo me retiro de esta situación”. Así, sencilla y directa, la mamá de Bianca se transformó en viral, sobre todo en los grupos de Whatssap ”de mamis y papis del cole”.
Durante el primer mes de cuarentena, el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) se focalizó en gestionar el cambio de la provisión del almuerzo escolar a la entrega de kits alimenticios para las familias más necesitadas. Sin embargo, durante ese primer mes no resolvió nada en relación a los miles de maestros públicos ni a los colegios privados, que -con la propuesta de clases online- insisten en cobrar el 100% de la cuota o, al menos, el mayor porcentaje. Y, si no pueden cobrar las cuotas, exigen subvención estatal. Al cumplirse el mes de cuarentena, el ministro de Educación Eduardo Petta anunció la oficialización, vía decreto presidencial, de una nueva modalidad escolar para todo lo que resta del 2020: ¡Tu escuela en casa! Una mezcla de clases online con programas de televisión, diseñada hasta el momento sin la participación de docentes, familias y, mucho menos, sujetos y sujetas del derecho a la educación. El decreto, al cierre de este artículo, aún no había sido promulgado, pero ya está lanzada la plataforma web oficial y un acuerdo con la empresa Microsoft para la utilización de la plataforma Teams, así como con canales privados de TV y empresas proveedoras de internet. “Ellos (los niños y las niñas) son nativos digitales, observan y aprenden con métodos y herramientas que les son propias. Establecemos contacto a través de diferentes vías para que la educación no se detenga. Canales educativos para complementar la formación”, twitteó el Ministro Petta. Rojas, que además de feminista cuenta con especializaciones en políticas sociales, explica que “histórica y socialmente, las tareas de cuidado han sido asignadas a las mujeres. Con la situación actual y ante la propuesta de no regresar a clases presenciales por lo que resta del año, la carga del trabajo de cuidado podría duplicarse, incluso triplicarse, considerando que nuestro país está en proceso de diseño de una política nacional de cuidados”.
Y es que en las casas son las madres, las abuelas y las hermanas mayores quienes asumen la mayor carga de las tareas de cuidado y este rol docente adquirido por añadidura. Lidia es comunicadora independiente y madre de Mateo, adolescente con autismo severo, y Amanda. Ambos van a la escuela. Mateo es a quien más le cuesta esta nueva rutina sin clases. Para Lidia todos los días es la misma lucha para que Mateo comprenda que no puede ir a la escuela. “Tengo un hijo con discapacidad de 14 años y una hija de 7. Ya no me pesa no llegar con los tiempos de entrega de las tareas. Hacemos lo mejor que podemos, sin entrar en presiones. En este momento de desafíos elegí tratar de estar a la altura de las circunstancias, priorizando mi salud mental”.
Elena es trabajadora doméstica y a sus 39 años todavía sueña con terminar la escuela primaria. “Tengo mucha suerte porque cuando comenzó la cuarentena mi patrona me dijo que me iba a seguir pagando pero que yo me quede en casa con mis hijos. Y me sigue pagando la quincena. En el barrio también nos ayudamos”. Raúl, su hijo de 16 años, dejó la escuela antes de terminar la primaria y ayuda a su papá en trabajos de albañilería. Su hija de 12, Claudia, sigue estudiando, pero las condiciones en que viven hacen muy difícil participar en las clases virtuales y, sobre todo, le preocupa que ella no tiene condiciones para ayudarle. A Elena le cuesta leer y escribir, al punto que su comunicación online se limita exclusivamente a audios de WhatsApp. ¿Su mayor miedo? Que Claudia no termine la escuela.
En caso que se decrete la educación no presencial para lo que resta de este año, Rojas cree que deberían tenerse en cuenta varios aspectos relacionados con los diferentes roles y actividades que realizan las mujeres en nuestro país. “Gran parte de los hogares están encabezados por mujeres, tanto que incluso se habla de la feminización de la pobreza, con lo cual esta estrategia educativa estaría presionando aún más a la precarización de las condiciones de vida de muchas familias”. En el caso de las mujeres jefas de hogar, que deben buscar los medios para sustentar económicamente a sus familias, la situación se presenta más difícil, “ya que tendrán que decidir entre cuidar, enseñar a sus hijos e hijas o salir a trabajar”. Además, Ana coloca sobre la mesa otro tema tan importante como invisibilizado: en muchos casos, la carga emocional superará ampliamente la carga económica, poniendo en jaque la salud mental de las mujeres.
Mientras el Ministerio de Educación sigue adelante con este plan, las mujeres siguen buscando alternativas para hacerle frente al coronavirus, a la precarización laboral, al confinamiento, a la incertidumbre de la pandemia y a la vida misma. Cada día que pasa, el audio de la mamá de Bianca se viraliza más. En tiempos de coronavirus, ¿qué es importante aprender? Pedagógicamente, ¿qué enseñanzas nos deja esta crisis mundial digna de aparecer en los libros de historia? “Quizás este año nuestros hijos y nuestras hijas se atrasen aprendiendo la tabla de multiplicar, pero quizás también salgamos del encierro más conscientes de las necesidades de los demás, más flexibles sobre lo que se espera de nosotros y con la consigna de que el respeto hacia una misma y hacia los demás es un paso enorme para educar desde el amor”, dice Lidia mientras cuida a Mateo adentro de la casa, porque no, tampoco hay clases hoy.