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Documento: Campaña contra los fundamentalismos

La campaña CONTRA LOS FUNDAMENTALISMOS, LO FUNDAMENTAL ES LA GENTE quiere amplificar las voces que se oponen con firmeza a las prácticas, discursos y representaciones sociales discriminatorias, sometiendo a las personas a situaciones de opresión o vulnerabilidad. Creemos en la posibilidad de construir, en el campo simbólico y en el campo político, una dimensión de seres humanos y de sujetos, sean mujeres u hombres, en el que esas prácticas se tornen imposibles. EN EL NOMBRE DE DIOS El fundamentalismo religioso está presente en diferentes doctrinas. En la tradición guerrera de los hijos de Abraham – judios, cristianos y musulmanos – las vertientes fundamentalistas se sustentan en la convicción tribal de ser, cada una de ellas, el pueblo escogido, que recibió la revelación del único y verdadero Dios. Son vertientes que arrean a sus ‘rebaños’ disciplinándolos para que resistan cualquier transformación, so pena de recibir como castigo el dolor y el sufrimiento.

El fundamentalismo judio persigue la meta de construir el Estado de Israel del tamaño que se anuncia en la Bíblia Hebraica. El fundamentalismo islámico quiere hacer de las enseñanzas del Corán la única forma de vida, de moral, de política y de organización del Estado entre los islámicos de todo el mundo. La evangelización católica justificó, en la colonización de América, la dominación de millones de seres humanos en sus proprias tierras, destruyendo vidas y culturas. Fue con argumentos apoyados en ‘bases divinas’ que la ideologia racista usurpó, de los pueblos indígenas y africanos, su condición humana.

La violencia ‘bendecida por la divinidad’ promueve el asesinato de mujeres musulmanas en Irán, Argelia, Somália, Paquistán, Bangladesh, Curdistán y Afganistán, por los motivos mas absurdos, reales o imaginarios. En este caldo de autoritarismo persiste, en pleno siglo XXI y en diferentes regiones de África, Ásia y Cercano Oriente, la práctica de la mutilación genital femenina.

En las Américas, la ofensiva fundamentalista católica para el control de la sexualidad femenina parece seguir, todavía hoy, las orientaciones del Malleus Maleficarum, que hace mas de 500 años ‘previno’ a los inquisidores sobre la necesidad de mantener este control estricto, sin el que la «humanidad» estaría sujeta a todo tipo de males. En América Latina y en tantas otras regiones del mundo, el asesinato de mujeres por hombres bajo el alegato de «legítima defensa de la honra» aun es legitimado o tolerado. Los fundamentalistas católicos amenazan y golpean a mujeres que recurren a abortos legales en los Estados Unidos.

Independientemente de los objetivos de cada fundamentalismo, una cosa es cierta: hay un punto de convergencia entre todos ellos: todos quieren dominar , controlar, sujetar violentamente los cuerpos, las sexualidades, las subjetividades, las vidas de las mujeres.

Por casi todo pueden declarar una guerra o promover un acto de terror de dimensiones catastróficas como fue el ataque al World Trade Center. Pero no importa de dónde vengan, si de la Casa Blanca, de las mezquitas azules, de alguna catedral o sinagoga, los fundamentalistas invariablemente se encuentran para imponerr su verdad única, su única voz sobre todas las voces y para intentar destituir a las mujeres de sus derechos humanos, de su derecho al placer, a ejercer libremente su sexualidad, a decidir por un aborto, o a ocupar un espacio de poder.

EN EL NOMBRE DEL MERCADO

El Mercado es una especie de divindad contemporánea, que ocupa el lugar del Dios único y de la verdad absoluta, inherentes a todos los fundamentalismos. En nombre de esa verdad absoluta, los hombres que gobiernan, a ejemplo de los demás, producen conflictos innegociables y promueven la guerra, la violencia, la exclusión, la discriminación, el individualismo y la destruición de la naturaleza.

Los seguidores dal Mercado también rezan por una Biblia: adoptan una vertiente de ‘tradición’ capitalista con perfil de pensamento único. También en la lógica del Mercado existen los elegidos. Estos son machos, blancos, originalmente – pero no exclusivamente – occidentales del norte y formalmente heterosesuales. El Mercado se sirve del sexismo, del racismo y de la etnicización de la fuerza de trabajo. Utiliza ideologías discriminatorias, profundamente introyectadas por sectores significativos de la población del planeta, para saciar su voracidad por la ampliación de los lucros y mantener sus hegemonías. También en el Mercado hay una concentración de esfuerzos para controlar la sexualidad humana, en especial la de las mujeres.

El Presidente de la mayor potencia capitalista del mundo, George W. Bush, electo con el apoyo de grupos religiosos fundamentalistas, está para el fundamentalismo del Mercado, como algunos mulhás y arzobispos están para los fundamentalismos musulmanos o católicos. Uno de los grandes temas de su campaña electoral fue la prohibición del aborto. Apenas asumió la presidencia Bush firmó la Ley Mordaza, prohibiendo que los recursos gubernamentales destinados a la cooperación internacional, fuesen destinados a programas de salud reproductiva que trataran la cuestión del aborto, aunque más no fuera porque ofrecían información sobre el tema a las mujeres.

RELIGIOSO O DE MERCADO, LOS FUNDAMENTALISMOS SE ASEMEJAN

Es curioso constatar que los gobiernos de los Estados Unidos y de Afganistán fueron los únicos que hasta hoy no firmaron la Convención de las Naciones Unidas para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer – CEDAW. Curiosamente también, en la ONU, cuando el tema en cuestión son los derechos sexuales y reproductivos, el Gobierno de George W. Bush comienza a hacer alianzas con los países musulmanos y con el Vaticano.

La capacidad de dominación del fundamentalismo de Mercado toma dimensiones impresionantes dado su casamiento indisoluble con los poderes de los Estados y con instituciones globales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Pero los amplios y nefastos efectos que ese tipo de unión promueve son viejos conocidos. La tortura y el asesinato de las mujeres en las hogueras de la Santa Inquisición no hubieran tomado proporción de matanza , sin la alianza duradera de la Iglesia Católica con la nobleza. La esclavitud de los pueblos de origen africano y el genocidio de los pueblos indígenas en el Nuevo Mundo, tampoco hubieran sido posibles sin la unión inquebrantable de la Iglesia con los poderes imperiales.

La intransigencia y la imposición de ideas son reglas comunes a los fundamentalismos. Como los religiosos, el fundamentalismo de Mercado también suprime los espacios de expresión de las divergencias, evitando el debate democrático. A la sociedad, le queda la alternativa de estar con él, y sensible a sus humores inconstantes, o contra él, sometida a su ira feroz y asesina. Intimidados ante esta ira, muchos gobiernos ya se convirtieron o bajaron la cabeza, en un ritual conocido como entreguismo.

LO FUNDAMENTAL ES LA GENTE

A lo largo de la historia de la humanidad, la violencia impuesta por diferentes expresiones del fundamentalismo va dejando heridas abiertas. El remedio de nuevas guerras no ha cicatrizado esas marcas, al contrario, ha producido sociedades todavía más atemorizadas, sufridas, enfermas y mutiladas.

No son nuevas las fuerzas que mueven los motores de la injusticia y de la guerra que hoy funcionan a pleno vapor en varias partes del planeta Tierra. Pero es necesario que sean nuevas las miradas sobre ellas, para que podamos comprender su engranaje y percibir cuál es el combustible que las alimenta.

Uno de los elementos vitales para que los fundamentalismos sobrevivieran y/o resucitasen es la existencia de condiciones propicias a la aceptación de la dominación. Por eso, es preciso deshacer los condicionamientos que nos llevan a aceptar –desde las relaciones más íntimas hasta aquellas que se desarrollan en la esfera pública- como natural el dominio por la coerción, que se funda en la relación más elemental entre los seres humanos, basada en la sujeción de la mujer por el hombre.

Es necesario reconocer el androcentrismo y el etnocentrismo presentes en tantos proyectos y prácticas políticas que garantizan supremacías. Reconocer que el vocablo «universal» y sus bases políticas de igualdad de derechos, se erige sobre cimientos blancos, masculinos, occidentales, y heterosexuales, y sobre la incapacidad para el diálogo, la negociación y la

inclusión. Esto significa cuestionar estos paradigmas, sustentando el desafío de construir alternativas radicales para enfrentar los innumerables conflictos, inclusive entre civilizaciones y culturas. Se trata de un proceso constante de vigilancia y autocrítica, orientado por la ética de los derechos humanos y por los valores democráticos para edificar la verdadera solidaridad.

Es necesario denunciar cualquier expresión del fundamentalismo, en cualquier parte, y combatir «el pequeño e indeseable fundamentalista» que persiste en cada uno y cada una de nosotras. Los fundamentalismos sólo pueden ser superados con la transformación de los individuos, de los ciudadanos y ciudadanas, de los sujetos políticos. Esto significa limpiar el terreno y sembrar el campo para que puedan germinar relaciones políticas y económicas igualitarias, ecuánimes, solidarias y éticas. Cuidar para que fructifique una sociedad más motivadora y excitante, donde las diversidades sexuales, raciales, religiosas, étnicas y de todo tipo, puedan de hecho ser valoradas.

Más que esto, los seres humanos quieren y necesitan concretar relaciones íntimas, verdaderamente afectivas y placenteras, igualitarias, basadas en el respeto, en el cuidado y en la confianza mutua.

Es necesario que la construcción de la ciudadanía global sea alimentada por la posibilidad de imaginar un futuro donde todas las personas tengan futuro. En este nuevo milenio, la humanidad debe ser capaz de construir espacios colectivos para que las diversas identidades participen de la construcción de un «nosotros» inclusivo, plural, cambiante, y no exento de conflicto. Esta es la dimensión básica de una tarea política alternativa.

Otro mundo es posible. Más que esto, otro mundo, mucho mejor, es posible.