El domingo 23 de junio de 2013, las y los uruguayos tuvimos la oportunidad de probar que somos más libres, menos conservadores, más iguales, menos despóticos, más solidarios y respetuosos que nunca. Republicanos, democráticos y laicos. Como siempre. Pese a las trampas del llamado a votar, invocando que el pueblo debía decidir, a pesar de la avanzada fundamentalista, a pesar de la jerarquía de la Iglesia Católica y de las cabezas conservadoras de algunos de los líderes de todos los partidos como Pedro Bordaberry, Jorge Larrañaga, Pablo Mieres y Tabaré Vázquez, más de 2 millones 300 mil ciudadanos y ciudadanas (9 entre 10) le dieron una lección a gran parte de la clase política. A seis meses de su sanción, la Ley 18.987 es una realidad ratificada. Este país ha decidido, una vez más, respetar el derecho de las mujeres a ser dueñas de su cuerpo; a que la maternidad y la paternidad sean elegidas y todos los hijos, deseados. Los derechos no caen del cielo. Son producto de la construcción colectiva y del ejercicio pleno de la ciudadanía. Y el pueblo decidió.
Derrota del fundamentalismo en Uruguay
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