En el mes del Hábitat se lanzó una campaña por el derecho de mujeres y disidencias a ciudades más seguras, justas e igualitarias.
En 1985, la ONU proclamó el primer lunes de octubre como Día Mundial del Hábitat, con el objetivo de garantizar que el desarrollo de las ciudades se hiciera de forma sostenible y realmente garantizara a toda la ciudadanía su derecho a una vivienda digna. Desde entonces, organizaciones y activistas de todo el mundo conmemoran este día -y todo el mes de octubre- como un momento de lucha y concientización acerca de los espacios que habitamos y las condiciones en las que vivimos.
En este marco, desde la ONG argentina CISCSA, que integra la Articulación Feminista Marcosur, lanzamos la campaña “¿Cómo son las Ciudades Feministas?”, con el objetivo de difundir nuestra lucha diaria por el Derecho a la Ciudad y a los Territorios desde una perspectiva feminista que contemple e incluya las necesidades, deseos y demandas de las mujeres, lesbianas, bisexuales, trans, intersex y no binaries.
A través de siete puntos nodales, la campaña aborda problemáticas que ponen en evidencia desigualdades estructurales: los desalojos, los femicidios y transfemicidios, las maternidades obligadas, la discriminación y el racismo, el no reconocimiento del trabajo de cuidados ni de nuestras economías populares… Realidades que vivimos diariamente y que configuran territorios androcéntricos que no nos contemplan y que nos limitan.
La campaña es también una invitación a que reflexionemos juntas acerca de las ciudades que queremos construir, de las tramas solidarias y colectivas que vamos tejiendo, y de los aspectos que debemos transformar porque acotan nuestra libertad, desarrollo y bienestar.
¿Cómo son las Ciudades Feministas?
Ciudades que garantizan el derecho a la tierra y la vivienda, amparan frente al desalojo y priorizan a las personas por sobre la especulación inmobiliaria. ¡La tierra es para quien la habita!
Ciudades sin violencias, seguras para todas las personas, con políticas integrales para prevenir las violencias contra mujeres y disidencias en espacios públicos, con equipamientos, transporte, lugares de recreación y refugio.
Ciudades que garantizan el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, nuestro primer territorio. Aseguran atención y acceso a métodos anticonceptivos e interrupción legal del embarazo en todos los centros de salud.
Ciudades que reconocen el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, y favorecen la responsabilidad colectiva sobre las tareas de cuidado a través de políticas territoriales, infraestructuras y servicios de cuidado como instrumentos de redistribución.
Ciudades que revalorizan las economías pensadas para la sostenibilidad de la vida y en clave de género, que reconocen el aporte invisibilizado que las mujeres realizan a través del trabajo no remunerado, y promueve políticas e iniciativas de la economía popular colectiva.
Ciudades antirracistas que visibilizan las diferencias, las celebran y construyen desde ellas, donde nuestras voces y experiencias son tenidas en cuenta en los espacios de toma de decisión sobre aspectos relevantes en nuestra vida.
Ciudades más habitables que desarrollan procesos participativos de planificación estratégica, privilegiando el arte popular, las actividades comunitarias y el cuidado de la tierra, y promueven la convivencia y el uso compartido de los espacios públicos.