Una reflexión sobre el 40 aniversario de Flora Tristán -integrante de la AFM-, los procesos desarrollados, los avances logrados y los pendientes de los feminismos, a los que se ha buscado aportar desde el trabajo con las mujeres del país (urbanas, nativas, indígenas, adolescentes y jóvenes) y desde la articulación con todas las expresiones del movimiento en el Perú.
El camino recorrido: 40 años de construcción feminista
Por Virginia Vargas*
¡El Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán inició su existencia feminista hace 40 años! Fuimos parte de un movimiento feminista construido desde muchas voluntades, enorme diversidad, en Perú y en America Latina. Su impacto ha sido expresado por la feminista Isabel Larguía, al afirmar que el surgimiento y expansión de los movimientos feministas ha sido la revolución más importante del siglo XX. ¡Y también la revolución más larga!
En estos 40 años, los feminismos en Perú y America Latina y el Caribe han logrado el posicionamiento de las múltiples realidades de las mujeres y su condición de merecedoras de derecho. Al hacerlo, realizan su mayor aporte: contribuir decisivamente a ampliar los estrechos límites democráticos de las sociedades y los estados latinoamericanos.
Y es que esta expansión implicó importantes rupturas en la concepción de la democracia, al articular cambios a nivel personal con el cambio social, al asumir que la igualdad no puede ser lograda si no es en articulación con la diferencia, y más aún cuando esta diferencia está teñida de desigualdad; al incorporar la lucha por la igualdad en el espacio público en inseparable articulación con la lucha por la democratización de la vida cotidiana, posicionando la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos, sobre su vida pública y su vida privada, al abrir un horizonte de paridad en la participación política y en el cuidado, y subvertir la naturalidad de la opresión y descalificación de las mujeres en su aporte a la vida pública y privada, modificando así subjetividades.
Giulia Tamayo, ya hace muchos años, asumió que el logro de este proceso, desde sus inicios, había sido politizar el malestar de las mujeres en lo privado.
Han sido muchos los espacios de articulación e incidencia en estas décadas. La insistencia de seguir construyendo Encuentros feministas latino caribeños, hace casi 40 años, nos mantuvo conectadas, reflexionando, impulsando campañas, procesando nuestros conflictos y diferencias.
Han sido clave también las negociaciones con los gobiernos a escala regional y global, tanto por la incursión de los feminismos en los espacios globales, abiertos por las conferencias mundiales de la mujer de Naciones Unidas en la década de los noventa, como por la extensión de la normatividad internacional a través de un conjunto de convenciones (Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer-CEDAW; Convención de Belém do Pará contra la violencia hacia las mujeres), que han generado un conjunto fundamental de recomendaciones y obligaciones a los gobiernos internacionales y nacionales (la Plataforma de El Cairo y la Plataforma de Beijing son las más sobresalientes en este aspecto y, en el nuevo milenio, la Conferencia sobre racismo). Y los mismos avances traídos por la OIT, con sus convenios sobre el trabajo doméstico y sobre el derecho de las poblaciones indígenas, por enunciar solo los más evidentes.
En la mitad del camino recorrido, como diría la poeta María Emilia Cornejo, nos enfrentamos a un panorama diferente; a una crisis de un modo de vida, con todo lo que incluye, abarcando e impactando sobre la economía, la política, ecología, ética, conocimiento, subjetividad. Es, asimismo, una crisis epistémica, sobre la forma de conocer, sobre cómo interrogar la realidad. Y ello está teniendo tremendo impacto en los imaginarios y las prácticas de los actores y actoras sociales.
Una de las características centrales de la crisis actual es el avance del capitalismo, en estrecha alianza con el patriarcado y la colonialidad, desde un imparable proceso de “acumulación por desposesión” de tierras, cuerpos, territorios, que han levantado otras dimensiones en las agendas feministas y han dado nuevo contenido a las luchas previas: la lucha contra el extractivismo, la defensa del territorio y los cuerpos que en él habitan, en lo rural y lo urbano, la justicia económica, la justicia climática, la justicia sexual. Así, nuevamente, se ha evidenciado que las luchas de las mujeres por la igualdad no tendrán puerto firme sino es desde la confrontación, no solo del patriarcado que oprime, naturaliza la opresión de las mujeres, sino en su profunda alianza con el capitalismo y la colonialidad.
Este avance del núcleo capitalista, patriarcal, colonial, en la región, ha cobrado nuevos bríos. Ha llevado, también, al debilitamiento de la dimensión emancipatoria de la política, aunada a la crisis de los partidos políticos, las instituciones democráticas, el creciente conservadurismo y la institucionalidad democrática.
Una expresión fundamentalista, que ha agrupado a los sectores más conservadores en varios países de la región (Perú indudablemente), es la “ideología de género”, que surge como categoría acusatoria intentando poner en riesgo y arrebatar a las mujeres sus ganancias históricas, que alimenta el racismo, la homofobia, el etnocentrismo, el hetero patriarcado, los aportes y protagonismos en procesos vitales para la región, como los procesos de paz en Colombia, la pérdida de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la eliminación de las leyes de aborto, en cualquiera de sus manifestaciones, etc. etc. Todo ello pone en riesgo las instituciones democráticas, el carácter laico de los Estados, los contenidos democráticos de la educación, en un panorama de escandalosa y generalizada corrupción en la mayoría de países de la región.
En varios países, estas propuestas fundamentalistas son asumidas por los gobiernos o por sectores importantes de las instituciones de gobierno. Por ello, para enfrentar estas amenazas a la democracia, esta ola fundamentalista, se requiere no solo de un Estado democráticamente fuerte, sino también una sociedad civil fuerte que tenga voz e incidencia en las decisiones que la afectan.
La democracia es, igualmente, el espacio donde la ciudadanía defiende sus derechos de los posibles incumplimientos y agravios estatales, y eso es parte de la beligerancia democrática. Así, la relación entre Estado y sociedad civil será una relación de cooperación y conflicto, en la cual la autonomía de la sociedad civil frente al Estado es de un valor político incuestionable, como una vía cierta de construir y consolidar la democracia y ampliar los contenidos ciudadanos.
Sobre todo esto vamos a reflexionar en el seminario internacional “Centro Flora Tristán: 40 años contribuyendo a la construcción de los feminismos interseccionales en América Latina”, los días 28 y 29 de mayo.
Para este Seminario, hemos querido resaltar algunas de las dimensiones de lucha y reflexión que el Centro Flora Tristán ha ido desarrollando a lo largo de estos 40 años. Han sido muchos, así que hemos elegido los mas actuales en este momento, que se benefician por lo acumulado por las diversas experiencias e historias de lucha feminista como de la diversidad de miradas desde América latina. Los temas que se abordarán son:
1. Autonomía de los cuerpos:intersección de los derechos sexuales y reproductivos y una vida sin violencias.
2. Cuerpo-territorio, interculturalidad.
3. Construyendo política feminista con igualdad de género y paridad.
4. Feminismos interseccionales.
5. Feminismos jóvenes y diversos.
*Fundadora del Centro Flora Tristán.