La noche del 24 de abril, Eyvi Ágreda iba viajando en autobús, como tantas otras personas, cuando su vida cambió para siempre. Carlos Javier Hualpa la roció de gasolina y le tiró un fósforo encendido. Nadie lo pudo parar. Las llamas aterrorizaron a todo Perú.
La noche del 24 de abril llegó la terrible noticia: un hombre le había prendido fuego a una mujer dentro de un autobús. Según los testimonios, el agresor arrojó el contenido de una botella llena de gasolina sobre Eyvi y luego le tiró un fósforo prendido. Cuando algunos pasajeros intentaron detenerlo, el agresor les arrojó los excedentes del combustible, lo que produjo que el fuego se extendiera sobre ellos.
El crimen recuerda a uno similar, ocurrido el año pasado: un hombre hizo explosionar un balón de gas dentro de la peluquería en la que trabajaba su ex pareja y madre de sus cuatro hijos. La mató a ella y a su jefa. Este feminicida abandonó el lugar con graves quemaduras en los brazos y falleció dos días después.
Desde el 24 de abril, las pantallas de televisión y las portadas de los periódicos han difundido fotografías de Eyvi Ágreda, a quien Carlos Javier Hualpa le quemó más del 60% del cuerpo. Hualpa, fisicoculturista de 37 años y compañero de trabajo de Eyvi, fue capturado en menos de 24 horas. Primero negó ser el autor del hecho; finalmente lo aceptó para culpar de la agresión a la propia víctima: “Me sentí utilizado”, “Le pedí que fuéramos enamorados pero me dijo que ella tenía pareja”, “Me acusó de acosarla y no me contestaba el teléfono así que fui a buscarla y discutimos”.
En su declaración, Hualpa afirmó que no quería matarla: “solo quería desfigurarla”. En esta frase queda clara la magnitud de la crueldad del machismo en el Perú.
No tardaron en llegar las opiniones que culpaban a la víctima por no denunciar el hostigamiento de su agresor, como si los sistemas de atención del Estado fueran eficaces cuando las mujeres acudimos a denunciar cualquier tipo de violencia. Como si, de haberlo hecho, las autoridades hubieran evitado la agresión. “Sujeto asesina a madre de sus hijos, quien lo había denunciado por violencia”, es un titular muy recurrente en los medios peruanos. Las mujeres que denuncian a sus agresores no reciben la protección que necesitan para conservar sus vidas. Sin políticas públicas que luchen contra la violencia de género y con congresistas incapaces de crear una reforma integral que permita facilitar el acceso a justicia de las víctimas, las peruanas vivimos una situación de peligro en todos los espacios públicos y privados.
Nos están matando
A las afueras del Hospital, grupos de mujeres acudieron a llevar su apoyo con flores, con donaciones, con arengas contra la violencia y, sobre todo, con solidaridad.
La llamada de atención hacia la sociedad y el Estado mutó de #NiUnaMenos a #NosEstánMatando, porque entre enero y marzo de este año 32 mujeres fueron asesinadas y 82 sobrevivieron a intentos de feminicidio. Estas cifras muestran un considerable aumento con respecto al mismo periodo del año anterior. Cada vez nos matan más nuestras parejas, nuestras ex parejas, los padres de nuestros hijos, los hombres que no conciben el rechazo y los hombres que luego de violarnos deciden asesinarnos.