El taller autoconvocado y rebozante de gente, realizado en el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y de El Caribe (México, 18 y 19 de marzo de 2009), vale la pena para revisitar lo dicho porque a veces la realidad supera no solo a la ficción. El tema de este conversatorio no sólo es de rabiosa actualidad, sino que tiene que ver con nuestra historia e involucra nuestro futuro inmediato.
Convocantes: Clara Murguialday, Morena Herrera, Lucy Garrido
Elaboraron la relatoría: Clara Murguialday y Lucy Garrido.
La victoria electoral del FMLN en El Salvador, la persecución a las feministas nicaragüenses por parte del FSLN, el veto del presidente uruguayo a la despenalización del aborto… son hechos recientes que nos motivan a poner sobre la mesa las relaciones que mantenemos las feministas con los partidos de izquierda que gobiernan actualmente en (más o menos) diez países latinoamericanos.
Muchas de nosotras venimos de la izquierda y hemos de reconocer que ahí está nuestro ombligo ideológico y emocional. En los años 80 empezamos a revisar cómo llevábamos nuestra pertenencia a la izquierda y nuestra creciente adhesión al feminismo, y descubrimos que emociones, cabeza y corazón de izquierdas y feministas, convivían en conflicto. En los primeros Encuentros Feministas nombramos este conflicto como “doble militancia” y la primera autonomía que reclamamos fue respecto a nuestros propios partidos políticos; en los años 90 en Centroamérica, lo denominamos la “escisión vital” de las feministas y abogamos por superar el conflicto haciendo explícita nuestra identidad feminista.
Así que, aunque sabemos que la autonomía política ha sido desde siempre una seña de identidad de nuestros feminismos, también reconocemos que el ombligo ideológico y emocional de muchas de nosotras está en esas izquierdas, más o menos radicales, más o menos democráticas, que ahora gobiernan en nuestros países.
En las últimas décadas hemos dedicado, como movimiento feminista, muchos esfuerzos a la estrategia de incidencia política, con importantes éxitos en reconocimiento de nuestra agenda. Así ha sido en el caso de los movimientos sociales de nuestros países y de las agencias de cooperación, pero el balance no es tan positivo en relación a los partidos de izquierda.
Hemos caminado junto a ellos un trecho importante de nuestras vidas, dentro o fuera de sus estructuras, y sólo nosotras sabemos el precio que hemos pagado, y seguimos pagando, por intentar incorporar la agenda feminista, que es ante todo una agenda de libertades y de justicia social, en el ideario de una izquierda que nunca nos ha entendido ni aceptado totalmente.
Cuando los partidos de izquierda están en la oposición, sea por nuestra presión o porque todo vale en la lucha contra el poder establecido, terminan aceptando algunas de nuestras demandas. Pero cuando llegan al gobierno y su discurso se convierte en pragmatismo de Estado, no tardamos en comprobar que sus promesas quedan reducidas a discurso y retórica, y que se vuelven nuestros peores enemigos cuando nuestras exigencias resultan molestas para sus alianzas y planes de mantenerse en el poder.
Ha llegado la hora de documentar la lista de agravios que esas izquierdas -más o menos radicales, más o menos democráticas- nos han causado cuando se instalan en el gobierno, porque no podemos perder la memoria histórica de nuestras relaciones con esos partidos y porque cualquier alianza estratégica, inclusión o ruptura definitiva, no debe basarse en el olvido…
¿Con quiénes estamos arreglando cuentas? ¿Con una izquierda que fue pero ya no es tal, para nuestro asombro y desconcierto? ¿Con una izquierda que nunca fue, aunque no lo sabíamos entonces… o lo sospechábamos, pero no lo queríamos creer? ¿Con una izquierda que era poco izquierda, pero era “nuestra” izquierda? ¿Con una izquierda a la que creímos cuando nos dijo que «solo ella y su revolución abrirían las puertas» a nuestras justas reivindicaciones y que más nos valía andar bien pegaditas a ellos? ¿Con una izquierda que nunca volverá, un amor de juventud, porque los tiempos han cambiado y nosotras también? ¿Con una izquierda que nos coloca en las tierras movedizas del populismo y el clientelismo? ¿Con una izquierda que nos expulsa de la casa común si la criticamos, cual mala madre que nos arroja a la orfandad?
Miramos lo que ahora son varios de aquellos en quienes ayer -o anteayer- confiamos, y no nos gusta lo que vemos.
Una izquierda “desizquierdizada” y despolitizada, alejada de la ética política tal y como la entendemos desde el feminismo.[1]
– Partidos autodenominados de izquierda profundamente antidemocráticos, que pactan con los grupos más conservadores y retrógrados de la sociedad, que toleran prácticas de violencia en el interior de sus propias filas y que se sienten profundamente amenazados ante el poder de las mujeres.
– Una izquierda que nos persigue y nos difama, que juega con los sueños de la gente, que utiliza los recursos del Estado para su bolsa y su proyecto, una izquierda profundamente clientelista.
– Unas izquierdas revolucionarias latinoamericanas con un gran déficit de democracia, que aún no han renunciado a la dictadura del proletariado ni al centralismo democrático; que chocan con la democracia inclusiva que siempre ha sido un principio del feminismo.
– Unas izquierdas profundamente autoritarias que siguen considerando a los movimientos sociales secundarios y supeditados a su lógica.
– Una izquierda totalitaria que se apoya en los militares para tener hegemonía de poder, que violenta los derechos ciudadanos básicos y utiliza las mentiras y la manipulación para seguir ejerciendo el poder.
– Una izquierda que no está en capacidad de hacerle frente a las reconfiguraciones de poderes económicos en el mundo, porque se quedó con un discurso muy viejo, un discurso amparado en la sobreideologización de la guerra fría.
– Unos partidos de izquierda tan patriarcales, machistas y sexistas como los de la derecha… a los que tendríamos que dejar de llamar “de izquierda”, e incluso desautorizarles a que se autonombren “de izquierda”.
Quienes levantamos el acta de agravios somos feministas del siglo XXI, mujeres diferentes a las que fuimos pero también las mismas de siempre, porque siempre creímos en una izquierda democrática que busca la justicia social. Y lo hacemos desde nuestras concepciones feministas sobre la izquierda y la democracia que defendemos; desde la conciencia de haber aportado nuestro esfuerzo y nuestro ideario al cambio social y político; desde la autoridad de haberlo dado todo para que la izquierda llegase al poder y desde la bronca de que tantas veces se hayan traicionado nuestras expectativas. Hablamos como feministas con una propuesta largamente defendida y sostenemos que:
Reconociéndonos artífices del cambio que ha llevado a los partidos de izquierda a los gobiernos, queremos hacer también nuestra particular lista de éxitos, documentar las ocasiones en que las izquierdas gobernantes presentan sus políticas como si surgieran de la nada, sin reconocer que las feministas nos hemos dejado la piel investigando, movilizando a las mujeres, exigiendo cambios para la vida de todas y todos. También para apropiarnos del impacto de nuestro trabajo de incidencia, ardua tarea que hemos realizado desde dentro y desde fuera de las estructuras partidarias.
La lista de nuestros éxitos comienza con la constatación de que, desde los años setenta a la fecha, los derechos que tenemos las mujeres son resultado del trabajo de las feministas, y de nadie más. Y seguimos afirmando que:
– Ahora es cuando la sociedad necesita que nuestra historia salga a la luz, que se sepa cuánto hemos aportado. Tenemos que resignificar el rol que el feminismo y las feministas hemos jugado en la historia reciente de nuestras sociedades, los valores de justicia, solidaridad e igualdad que hemos aportado al cambio, el rescate del valor de la transparencia…
– De la misma manera que no podemos construir nuestra historia si no se revaloriza toda la lucha de nuestros pueblos, igual las feministas hemos de hacernos valer por lo que hemos hecho y seguimos haciendo. Recuperar la memoria no es victimizarse, es fundamental, hemos dejado por el camino muchas vidas y dolores en las vidas de cada una apostando y aportando al cambio social.
– Nuestros planteamientos feministas han incidido en la sociedad, en los partidos e incluso en los gobiernos neoliberales. Y debemos reconocernos en los éxitos que hemos logrado. Si esos cambios no han sido más profundos, se ha debido al poder y las resistencias del patriarcado que, aunque parezca descorazonante, está habitado también por “compañeros y compañeras” de la izquierda.
– En nuestros países, el feminismo ha legitimado las necesidades e intereses de las mujeres, pero además, ha hecho un aporte fundamental respecto al cambio de la cultura política. Muchas de las izquierdas latinoamericanas cargan con una herencia de fusil y crucifijo, de legitimación de la violencia y la represión. Esa cultura política, independientemente de hacia dónde evolucionen esos partidos, sigue siendo parte constitutiva de su accionar político. Somos las mujeres y el movimiento feminista en particular, quienes hemos puesto la lucha contra la violencia en la agenda política, no sólo reclamando soluciones a la violencia contra las mujeres sino también reivindicando la solución pacífica de los conflictos armados.
En la última década hemos probado los sinsabores de tener que negociar con las izquierdas en el gobierno. Hemos tenido éxitos pero también sonadas derrotas. Y estas casi siempre han tenido que ver con los derechos sexuales y reproductivos, la diversidad sexual, la paridad, la laicidad. Estamos en condiciones de identificar los muros con los que siempre topamos cada vez que exigimos a los partidos de izquierda que cumplan sus promesas, que sean coherentes con sus postulados de justicia, igualdad y libertad.
¿Cómo haremos para colocar estos temas de nuestra agenda feminista en las políticas públicas de gobiernos autodenominados de izquierda?
– Necesitamos impulsar estrategias complejas que combinen la construcción de alianzas, la negociación y el cuestionamiento a los partidos de izquierda. Pero también tenemos que ayudarles a construir argumentos para que peleen con la iglesia católica en estos tres temas básicos: derechos sexuales y reproductivos, laicidad y paridad.
– Cuando propongamos la creación de un Instituto o un Ministerio de la mujer no exijamos solo eso, pongámosle funciones y el perfil de las candidatas que tendrían que ocupar esas funciones, definamos quién las elije y de qué manera se controlan.
– Hay dos temas, aborto y paridad, que definen si ganamos o perdemos las batallas, porque reflejan el corazón de nuestro ideario feminista: la libertad y la igualdad. Y ahí es donde hemos tenido nuestras dos grandes derrotas, al cuestionar el poder masculino, de izquierda o de derecha, no importa, masculino al fin.
– Las feministas estamos haciendo un aporte importante por el respeto a la religiosidad, la espiritualidad y las creencias individuales, al exigir la laicidad del Estado. La necesitamos para que nuestros derechos sexuales y reproductivos sean reconocidos, pero también para construir una cultura democrática propia de un Estado de Derecho. Confrontar a los partidos de izquierda cuando llegan a ser gobierno, para que sean firmes defensores del Estado laico, es un eje de lucha actual de los movimientos feministas en nuestros países.
Reconocemos las tensiones que vivimos en los movimientos feministas a causa de nuestros diferentes posicionamientos frente a esas izquierdas, las divisiones que nuestras diversas estrategias hacia los partidos de izquierda acarrean a nuestros movimientos, y tratamos de aprender a gestionar también esta nueva fuente de diversidad, reafirmando nuestros planteamientos sobre la autonomía política, estableciendo pactos mínimos entre nosotras en los que preservemos nuestra unidad.
¿Qué alternativas nos planteamos?
– Hemos discutido sobre la izquierda y sus defectos, está bueno, pasémosle factura. Pero también nos preocupa a qué hora vamos a hacer la revolución feminista, a qué hora vamos a construir todos esos sueños que nos hemos planteado… ¿Por qué le seguimos dando tanta pelota a la izquierda? Aquí es cuando algunas de nosotras nos preguntamos por qué no le entramos a construir nuestros propios partidos ya que para tanta gente el feminismo es visto como un movimiento político.
– El feminismo es todavía más un movimiento más social que político porque lo político es intervenir en la disputa de sentidos con el poder, disputar agendas en el espacio público, pero también formas alternativas de organización. Nosotras tenemos que dar el paso de constituirnos en un movimiento político que interpele a estas llamadas izquierdas… Respecto a lo de crear partidos feministas, las experiencias no han sido exitosas, son testimoniales, importantes y significativas en un momento histórico pero no son el eje de la estrategia. El eje de la estrategia es fortalecer el debate político dentro del movimiento feminista.
– Hemos descuidado las alianzas con las mujeres de los partidos. Presuponemos que una dirigente, por ser amiga de las feministas, va a promover tal o cual política pero no nos sentamos con ella a plantearle: “Mirá, esta es la agenda, con cuáles de estas reivindicaciones te vas a comprometer?”
– Varias de nosotras crecimos dentro de la revolución pero dejamos de creer en esa izquierda a la que en algún momento vimos como si fuera una religión. Las feministas tenemos que empezar a deconstruir esa idea casi religiosa de la izquierda y dejar de poner nuestras esperanzas en una izquierda que, al menos a las mujeres, ya no nos sirve para nada.
– Muchas pasamos nuestra vida creyendo en las revoluciones y en las organizaciones revolucionarias, y al final, tenemos que volver a lo que aprendimos cuando éramos jóvenes sobre los principios del feminismo: que tenemos que destruir un sistema construido sobre parámetros masculinos. Hemos estado luchando con parámetros masculinos y no hemos sido capaces de crear nuestros propios parámetros; mientras sigamos creyendo en elecciones y en partidos de izquierda que están en el poder, sin haber cambiado los parámetros de nuestras relaciones y de nuestras formas de organización, no vamos a lograr nada.
– Es fundamental dejar constancia de que no estamos luchando sólo por nuestra agenda sino también por otra forma de analizar los problemas de nuestros países. No podemos permitir que la política y la izquierda sea monopolio de los partidos; hemos de ampliar el espectro de la política para incluir la forma en que los movimientos sociales estamos haciendo política y perfilar mucho más fuertemente nuestras propias formas de hacer política.
ALGUNAS CONCLUSIONES DEL TALLER PERO NO DEL DEBATE, QUE TIENE QUE SEGUIR ABIERTO…
Las feministas somos actoras políticas y tenemos que seguir actuando como tales, profundizando nuestra crítica a la cultura política hegemónica, cuestionando las formas en que la izquierda hace política y gobierna, aportando a la reforma del Estado desde la profundización de la democracia, recuperando la radicalidad y la laicidad de la democracia.
Al mismo tiempo, tenemos que recuperar nuestra historia y revalorizar nuestros aportes a los cambios que ahora se viven en América Latina. Hemos de decirles a las izquierdas que gobiernan nuestros países, que nuestras propuestas no son sólo en nombre de los derechos de las mujeres sino también en nombre de las aspiraciones de la izquierda y del conjunto de la sociedad.
Si no confrontamos estos procesos políticos que ahora vivimos en América Latina, aportándoles nuevas maneras de garantizar las libertades, la justicia social y la democracia en nuestras sociedades, estos cambios por los que hemos luchado no van a hacerse realidad, y la frustración de amplios sectores sociales va a propiciar la restauración de las fuerzas más conservadoras, explotadoras y fundamentalistas.
[1] Las afirmaciones que aparecen en los recuadros están tomadas de las intervenciones en el taller, editadas para convertir la expresión oral en material de lectura. No se identifican por sus autoras porque no siempre se puede reconocer en la transcripción quien aportó esa idea y, básicamente, porque se han recogido ideas similares provenientes de varias intervenciones.
Publicado por Foro Santa Regina