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Brujas de este siglo: El chamanismo y el feminismo de lo cotidiano

Un grupo de feministas anarquistas de Chile sostiene un espacio colectivo donde las víctimas de violencia pueden recibir apoyo legal y psicológico, pero también masajes, lecturas de tarot, bailes en grupo, reiki y otras terapias para “salir del círculo de la violencia y entrar al círculo de la palabra”.

Por Fátima E. Rodríguez

“Hoy terapias populares”, anuncia un cartel en la calle Huito, Puerta Azul, en Valparaíso. En la antigua casa blanca de paredes de adobe y pisos de madera, una puerta enorme y anchas escaleras conducen a la oficina 5 de las brujas feministas: ¡el Círculo Social de Terapeutas!

Un grupo de mujeres prepara el almuerzo en uno de los salones.  En el piso de madera, un gran mantel de colores y muchos almohadones invitan a sentarse. Flores en vasos de agua y muchos cubiertos. Al rato, las muchas manos pasan comidas aquí, ensaladas de muchos colores por allá y un caldo de vegetal que se sirve en tazas de té. Mediodía. Es la hora del descanso. Hay abogadas, estudiantes de reflexología, psicólogas, nutricionistas, artistas y comunicadoras, pero, antes que nada, terapeutas que practican chamanismo para ayudar a mujeres víctimas de violencia. Es el primer sábado del mes de enero del 2019, la primera fecha de las “terapias populares”.

Almendra Aguilar es una de las más jóvenes del grupo. “El círculo está compuesto, actualmente, por 11 mujeres; se creó hace siete años. Al principio, este espacio fue mixto, pero las que quedaron fueron mujeres”, cuenta. Ella hace los talleres de movimientos corporales, estudió teatro y danza. Fue parte también de Lupitas del Sur, un grupo de arte feminista y ritos callejeros.  Ahora practica el chamanismo.

“Cuando llega una mujer que ha sido víctima de violencia, primero es asistida por una psicóloga y una abogada de la defensoría feminista. Este espacio tiene un fondo de donaciones donde aportan ex consultantes, es decir, mujeres que han recibido ayuda en otro momento, y algunas compañeras feministas”, cuenta Daniela Frick Raggi. Ella es la abogada, pero también hace reiki. Es una de las co-fundadoras del Círculo. Las terapias populares han asistido a 720 mujeres, un promedio de 60 por mes en 2018, y proyecta un servicio similar este año.

“Aquí nosotras creemos que ‘curarse una misma es político’, y para eso tenemos una ruta que va más allá de lo legal. Tiene una mirada conjunta. Tenemos una defensoría feminista, pero lo legal no es todo: una persona que es víctima de violencia necesita contención, necesita cuidarse a sí misma, creer en sí misma y, a veces, para eso, se necesita bailar mucho, hacerse masajes, comer bien o saber qué es lo que le gusta hacer”, explica Daniela. La comida se sirve. Risas aquí, risas allá. Palabritas inentendibles para una extranjera: “¡Xuxaaa!”

En el círculo de la palabra les toca hablar a todas. Se presentan y van contando qué hacen: Ximena Miranda Cerda es la de la “cocina circular”, esta vez con un ayudante varón. Natalia Castillo Jamett es abogada, Camila Albornoz es la que lleva la administración y las finanzas, Camila Bardehle es licenciada en audiovisuales, Ayelen Pares es nutricionista, Priscila Solari es profesora de artes plásticas y artista visual, Rossana Soto es la especialista de los masajes, Daniela Prado es formada en psicología comunitaria… Cuando Niza Solari Oyarzo se presenta, todas la escuchan y la miran diferente. Es de ojos verdes y enormes, de voz pausada y risa seca.

-Ahhh, ¡sos la bruja mayor!

-Depende, también puedo ser la diosa o la demonia mayor- bromea, y se acomoda el cabello.

Pero cuando vuelve a lo serio, explica: “Esto es un círculo, porque nadie tiene el poder, lo que tenemos es la palabra, la palabra que compartimos”.

Solari Oyarzo tiene 52 años y vive en Valparaíso. A los 21 años tuvo que irse a vivir en el exilio, durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). “Agradezco al exilio en Canadá, porque gracias a él pude abrir mi mente, mis paradigmas, y conocí el chamanismo, el feminismo y el anarquismo. Yo venía del marxismo, de lo material concreto, y no había visto que lo concreto eran mi mente, mi cuerpo, mi espíritu, que podían ayudarme a mí misma”, dice.

“Cantar, bailar, contar historias y hacer silencio” son cuatro elementos que nombra como “bálsamos chamánicos”. “Fui torturada y exiliada. Me llevó tiempo reconocerme como víctima. Y cuando descubrí las prácticas chamánicas, a partir de un elemento como el tambor, descubrí que era una persona que podía estar en múltiples dimensiones”, dice Niza.

“No quiero convencer a nadie. Lo que ofrezco es la palabra y lo que, en mi propia experiencia, me ayudó a sanar. De eso se trata el círculo de la palabra”, explica.  Niza desarrolla un taller que se llama “Madre de nosotras mismas”, que repiensa la figura y el simbolismo de la madre que se impone a las mujeres desde la idea y tradición judeocristiana, para proponer el autocuidado y la superación.

Anarquistas feministas: anticapitalistas y autogestionadas

“Colectiva de curanderas feministas”: así define Niza Solari al espacio que comparte con sus compañeras. Ella es una de las Co-fundadoras del Círculo Social de Terapeutas, que para ella “es como un laboratorio que nos permite transcender las diferencias individuales. Tenemos al chamanismo como una fuerza centrífuga, porque el feminismo es un lugar de mucha confrontación. Y, dónde uno de tus privilegios se confronta, el camino más fácil es renunciar a lo colectivo. Otra vez el triunfo del capitalismo. Esta apuesta por lo colectivo es una forma de resistir, pero no sólo eso sino también de crear y de vivir el feminismo”, dice.

“Puedes tener en la boca las teorías y hacerte la Judith Butler, pero si no revisas tus prácticas todos los días, es muy posible que reproduzcas lo que el feminismo critica”, dice Niza. “Por eso nosotras hablamos del feminismo de lo cotidiano, porque también se trata de combatir la misoginia interna y de curarnos de todos los mandatos que nos imponen y nos hacen sufrir, de curarnos, de liberarnos”.

Para Niza, el feminismo debe ser necesariamente anticapitalista, para poder crear otras formas de relaciones. Lo colectivo es un elemento central. “Nadie trabaja sola siendo feminista. Alguien que haga feminismo no puede decir ‘trabajo sola’”- sentencia.

“Nosotras hablamos de sanarnos nosotras mismas, pero no hablamos del yo capitalista e individualista, ni del yo que usan algunas separatistas. Estamos tratando de hacer de manera colectiva una experiencia autogestionada, que nos permita autogestionar nuestra propia vida, pero a la vez ayudar a otras mujeres a encontrar la manera de hacerlo”, dice.

“El capitalismo, para ganar, destruye las dos dimensiones: Por un lado, la dimensión de lo público; quiere hacernos creer que lo colectivo no es posible. Por otro lado, la dimensión de lo íntimo; el capitalismo se apropia de la intimidad, haciéndonos creer que si no la mostramos ‘no somos’ y que lo que no está en las redes sociales no existe”, reflexiona Niza.

La autogestión es central en el Círculo Social de Terapeutas de Valparaíso. “No nos presentamos a fondos del Estado o a fondos que nos impongan cosas. Esto es acuerdo explícito e implícito entre todas. Sostenemos este espacio con los aportes de las consultantes y de las feministas que aportan para la defensoría. También tenemos los talleres grupales”, explica. En el lugar también hay una feria. Las mujeres víctimas de violencia pueden dejar allí sus aportes o sus productos y se venden a precio justo.

“Individuales: Flores de Bach, limpia energética, reiki, masaje de relajación, masaje tuina, reflexología podal, osteopatía tibetana, tarot terapéutico, biomagnetismo. Grupales: Viaja a tu arcano del tarot, tambor chamánico y ritual sistémico”, detalla el cartel sobre las terapias populares. En el Círculo también hay talleres de acuarelas, de danza y movimiento y hasta de automasajes para dolores de cabeza.