El 8 de marzo de 2017 marcó un hito en la historia feminista del país, de la región y del mundo. Fue el día en el que millones de mujeres marchamos para reclamar la igualdad de derechos, la no discriminación y el cese de la violencia de género, provocados por sistemas políticos, económicos y sociales que todavía sostienen la supremacía de los hombres e intentan mantener la sumisión de las mujeres.
Por Myrian González Vera *
La marcha de ese año se describió como la primera huelga mundial de mujeres, pero para llegar a esa unidad hubo diversos acontecimientos previos que resonaron en todo el mundo. Podemos encontrar los antecedentes más cercanos en la marcha multitudinaria contra los feminicidios en Argentina (octubre de 2016), el paro nacional contra el aumento de restricciones al aborto legal en Polonia (también octubre de 2016) o la Marcha de Mujeres contra Trump en Estados Unidos (enero de 2017).
En distintos espacios se fue hilvanando una red diversa que permitió tejer ese Paro Internacional de Mujeres, que identificó una lucha feminista común en todo el mundo y rechazó las injerencias de sectores conservadores y religiosos.
Las mujeres nos volcamos a las calles porque nos hartamos de la violencia contra nosotras: acoso callejero, abusos sexuales, maternidades forzadas de niñas y adolescentes, violencia familiar, violaciones, feminicidios… Una cadena de sometimientos patriarcales que termina con la vida de muchas mujeres y niñas.
Las conmemoraciones en Paraguay
En tiempos de dictadura stronista (1954-1989), el Día Internacional de la Mujer no formaba parte del calendario de los movimientos sociales, pues cualquier manifestación era reprimida por el régimen. Sin embargo, es posible que el 8 de marzo de 1988 se haya dado la primera conmemoración con un pequeño grupo de mujeres de la capital que decidimos manifestarnos en una modalidad de marcha relámpago, portando consignas referidas a la fecha.
La década de los noventa trajo nuevos aires al Paraguay. La caída de la dictadura stronista abrió un proceso de democratización y de avances para ejercer una ciudadanía activa, comprometida con la vigencia plena de los derechos humanos y, en ese contexto, las mujeres fuimos parte de un proceso liberador y transformador impulsado desde un Estado que apostaba a la modernización después de un tiempo oscuro de represiones, torturas, asesinatos y desapariciones.
El movimiento feminista no tenía un poder de convocatoria masiva, pero sí tuvo un rol relevante en el aporte a cambios normativos, constitucionales e institucionales. Éramos pocas las mujeres de organizaciones sociales que conmemorábamos cada 8 de marzo en alguna plaza del microcentro capitalino, pero sentíamos que nuestras voces se multiplicaban por cien o por mil.
Con el siglo XXI vino la marea de jóvenes que aporta nuevos bríos a la lucha feminista. Quienes protagonizan y lideran hoy las marchas multitudinarias en Paraguay son principalmente jóvenes, las hijas de esa generación de mujeres que trabajamos en los años ochenta y noventa embanderadas en la causa feminista, demandando igualdad, no discriminación y derecho a vivir una vida libre de violencias. Son ellas las portadoras de la herencia feminista.
Lo que hemos conquistado lo vamos a defender
La historia tradicional nos describe sumisas y dominadas por nuestros padres, maridos e hijos; mujeres que han vivido bajo un sistema patriarcal y machista que privilegia a los hombres y despoja a las mujeres de sus derechos. Pero la historia reciente reconoce a las mujeres que rompieron los moldes de una sociedad conservadora y que proclamaron su derecho al voto, a recibir formación profesional, a ser autónomas económicamente, a decidir con libertad sobre sus cuerpos y su vida, a no aceptar la maternidad como una obligación sino como una decisión propia, y a promover el derecho al aborto legal.
La revolución feminista de los años sesenta permeó espacios clave para la lucha: universidades, calles, ámbitos laborales e instituciones públicas del Estado, por ejemplo. Y así fuimos conquistando derechos que hoy gozamos, aunque de manera diferenciada según países, clases sociales y raza. No es lo mismo ser mujer blanca, profesional y urbana que ser una mujer campesina, indígena o negra, ser analfabeta o tener empleos donde la explotación laboral es la regla.
En Paraguay hemos avanzado en materia jurídica, aunque aún queda un largo camino por recorrer. Entre nuestras principales conquistas legislativas están: 1) La igualdad de derechos entre mujeres y hombres y la protección del Estado contra medidas discriminatorias (artículos 46, 47 y 48 de la Constitución de la República). 2) Los derechos civiles en igualdad (por ejemplo, la condición de casada ya no es motivo de discriminación para las mujeres, como lo era hasta 1992). 3) Derechos laborales para las mujeres en situación de maternidad, como licencia maternal, trabajos adecuados, horarios de lactancia, mantenimiento del empleo. 4) Derecho a igual salario por igual trabajo e igualdad de derechos para las trabajadoras domésticas, incluido la igualdad salarial en relación a los demás trabajos. 5) Derecho a una protección integral contra toda forma de violencia y sanciones administrativas y penales para quienes lo cometan, incluida la penalización del feminicidio.
Qué más queremos
“¿Qué más quieren las mujeres?”, preguntan quienes se oponen a nuestras conquistas y quieren que renunciemos a nuestros derechos escudándose detrás de la familia nuclear, las iglesias y las costumbres tradicionales. Bajo una autodenominación mentirosa de defender la vida, dicen que no van a permitir que nosotras atentemos contra las tradiciones del ser mujer. Sobre esa falsa premisa intentan mantener a las mujeres como las únicas responsables del trabajo doméstico y de cuidado; quieren que los hombres tengan a disposición para su satisfacción sexual a mujeres, adolescentes y niñas; defienden a patronales que pagan menos salarios a las mujeres… En fin, van en contra a todo lo que significa libertad, autonomía y poder de decisión sobre nuestras vidas.
A todos ellos, este 8 de marzo les dijimos una vez más: ¡Pehendu, no vamos a retroceder!**
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* Myrian González Vera es investigadora del Centro de Documentación y Estudios. Este texto fue publicado originalmente en el Correo Semanal del Periódico Ùltima Hora de Paraguay. Disponible aquí.
** “Pehendu” significa “Escuchen” en guaraní.