La violencia contra las mujeres y niñas sigue siendo una de las violaciones de derechos humanos más extendidas, continuas y crueles del mundo. Este domingo nos manifestamos en distintos puntos del planeta para exigir un alto a la violencia y terminar con la impunidad.
En Perú habrá actividades en Lima, Puno, Cusco y Trujillo. En Uruguay habrá una marcha en Montevideo y una actividad en Piriápolis. Argentina tendrá una marcha el domingo en Rosario y dos el lunes, en Córdoba y Buenos Aires. A Paraguay volverá nuestro Circo Fundamental Contra los Fundamentalismos y habrá marchas en Asunción, Ciudad del Este y Encarnación.
Compartimos el mapa de El Salto, que reunió más de 200 convocatorias:
El 25 de noviembre fue declarado como día de lucha en el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (EFLAC), celebrado en 1981 en Bogotá, Colombia. La fecha se eligió en memoria de las hermanas Mirabal -Patria, Minerva y María Teresa-, asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la dictadura del General Trujillo en República Dominicana.
Recordamos el mensaje de la hija de Minerva, Minou Tavárez Mirabal, en la marcha del 14EFLAC (Uruguay, 2017):
Queridas amigas y compañeras latinoamericanas y caribeñas:
Queridas uruguayas:
Queridas Mujeres de Negro:
En 1981 nos reunimos por primera vez en Bogotá, Colombia, en la primera edición de este XIV Encuentro que hoy culmina. Aquella vez, las feministas de la región decidieron que no era posible seguir hablando de igualdad, de participación, e ignorando el horror del que son víctimas las mujeres en sus propias casas o en las calles de todos nuestros países, sin ninguna excepción. Allí surgió la propuesta, acogida y universalizada luego por las Naciones Unidas, de dedicar la fecha del 25 de noviembre como Día Internacional de lucha para erradicar la violencia hacia las mujeres, en homenaje a mi madre Minerva y a mis tías Patria y María Teresa, las hermanas Mirabal, militantes revolucionarias, activistas políticas asesinadas durante la dictadura de Rafael Trujillo en mi país, la República Dominicana.
Hoy y aquí, con la presencia de varias de aquellas precursoras presentes, más de dos mil mujeres de la región latinoamericana y caribeña nos encontramos de nuevo para seguir una lucha que a pesar de algunos avances, lamentablemente está todavía tan lejos de lograr sus objetivos, que al llegar a este hermoso país que nos acoge, encontramos que la noticia que conmueve hasta los huesos a uruguayas y uruguayos de que en los días previos a este encuentro dos niñas uruguayas fueron abusadas sexualmente y asesinadas.
La realidad de nuestra región y del mundo sigue siendo una en la que la violencia no cesa, en que las agresiones y asesinatos de mujeres aparecen a diario en los medios de comunicación de manera tan frecuente que empiezan a asumirse como algo inevitable. Pero no hay nada de inevitable ni de fatal en la violencia de género, y lo cierto es que no se está haciendo todo lo posible por prevenirla y combatirla.
¿Y a qué se debe que nos cueste tanto avanzar? ¿Qué se nos vaya la vida en tratar de construir sociedades seguras, mejores, justas, inclusivas, igualitarias?
La construcción cultural de la violencia contra las mujeres, está cimentada en el poder patriarcal, que otorga supremacía masculina a los hombres contra las mujeres, fuertemente arraigada en nuestras sociedades. El hombre que golpea a su pareja, que viola a su hija, nieta, hermana, que acosa sexualmente a su compañera de trabajo, que persigue y mata a su ex esposa, ex novia, que agrede verbalmente a cualquier mujer, de una u otra manera, expresa la idea de propiedad y el control que sobre las mujeres quieren ejercer los hombres.
Ese modelo de masculinidad machista y hegemónico, enseña a los varones que son dueños de las mujeres y de sus hijos e hijas, que la sexualidad es un trofeo a alcanzar, que las relaciones sexuales son hazañas y proezas de las que se puede alardear. Es un modelo de sexualidad extractivo, deshumanizado, que presiona a los varones a demostrar una y otra vez que son viriles, potentes y heterosexuales. ¡Ése y no otro es el que se expresa y se auto sustenta como violencia en las violaciones callejeras, las violaciones masivas y cruentas, las violaciones como armas de guerra, el abuso sexual intrafamiliar, la trata y explotación sexual o el acoso sexual callejero!
Lo peor, como lo señala el Comité de Expertas en Violencia de la OEA, es que esta situación se profundiza cuando las víctimas son niñas y cuando éstas quedan embarazadas como consecuencia de la violencia sexual.
Lo más grave y uno de los grandes problemas que las mujeres, niñas, niños y adolescentes enfrentamos en nuestra región es la impunidad que protege a los perpetradores. Las prácticas de los sistemas de justicia en primer lugar no imparten justicia y se sostienen en paradigmas anacrónicos, opuestos a las recomendaciones establecidas en los Instrumentos de Derechos Humanos y basados en concepciones sexistas, misóginas y adultocéntricas que culpabilizan a las víctimas, generan desprotección, revictimización a la vez que pretenden mantener y estabilizar el sistema de opresión.
Es innegable que en los últimos años la lucha y resistencia de mujeres y varones feministas ha logrado dar fuertes avances en el reconocimiento y defensa de los derechos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes. Pero como sabemos estos avances constituyen una afrenta al poder patriarcal y traen consigo fuertes movimientos de resistencia y retracción. Hoy vivimos en toda América Latina y el Caribe los embates de ese heteropatriarcado, clasista, racista y colonial, que pretende aplastarnos y revertir todas las conquistas que hemos alcanzado.
Las afrentas, el hostigamiento y la radicalización de las violencias en especial hacia nuestros movimientos de lucha y resistencia, hacia aquellas mujeres defensoras de los derechos humanos y hacia todas las mujeres que seguimos avanzando en la conquista de nuestros derechos, es una constante.
Muchas venimos de países atravesados por escándalos de corrupción e impunidad, por el abandono de valores (cuando se han tenido), en los que para esas legiones de ladrones que administran o han administrado muchos de nuestros países se ha perdido el significado de la democracia.
En el contexto que vive hoy el mundo y América Latina, tenemos que asumir con sabiduría y compromiso que los desafíos prioritarios que convocan a los movimientos de mujeres son también los de la democracia. Esos retos empiezan por no desvincular nuestras reivindicaciones de nuestras agendas nacionales y continuar infatigablemente las luchas por la inclusión en la sociedad, en la política, en los partidos, en los espacios de poder.
La lucha de las mujeres por incorporarse a todos los espacios llevada a cabo en los dos últimos siglos, constituye la más espléndida, noble, valiosa, e impactante, de las revoluciones vividas por la humanidad. Hoy más que nunca tenemos que estar fuertes, unidas y alertas, cuidando nuestras espaldas, dando batallas en todos los frentes, porque las violencias no paran.
Hemos marchado hasta esta plaza histórica vistiendo de negro o con los colores del arcoíris para decir que ya basta de sociedades y gobiernos que siguen tolerando esta crueldad extrema hacia las mujeres. Que ya basta de femicidios ejecutados por las parejas o ex parejas, que llegó la hora ponerle punto final en nuestra región a los femicidios masivos, a los femicidios genocidas.
Hemos llegado de 30 países, de las islas o de la América firme, a dejar clara nuestra voluntad de lucha y resistencia feminista para impedir que el cuerpo de las mujeres siga siendo un territorio de conquista patriarcal.
Caminamos, marchamos porque no es posible que vivamos en sociedades que toleren que los matrimonios forzados, la maternidad forzada, el aborto forzado y el aborto prohibido, las violaciones correctivas, la trata de mujeres en especial de mujeres trans, indígenas y afrodescendientes, sigan en aumento.
Marchamos, caminamos, gritamos que ya basta de violencia machista, que ya basta de violencia heteronormativa, que ya basta de crímenes de poder.
Sabemos muy bien, lo hemos analizado estos días, que esta lucha sólo la ganaremos con recursos, con campañas, con política, con participación en todos los espacios de poder, con poder. Exigimos que en los presupuestos de cada uno de nuestros países se asignen las partidas necesarias y justas, que nos pertenecen, para implementar las políticas de Estado efectivas y eficaces en la erradicación de la violencia hacia las mujeres.
Debemos y continuaremos aunando todos nuestros esfuerzos para lograr que nuestros países aprueben la creación de un Fondo regional que sustente parte de nuestras acciones.
No queremos más niñas abusadas y asesinadas, con queremos más mujeres víctimas del heteropatriarcado.
No queremos más mujeres, niños, niñas y adolescentes viviendo vidas destrozadas por la violencia.
No toleraremos más frías cifras porque son mujeres, son madres, hermanas, hijas, abuelas, amigas de alguien que las extrañará y rabiará de dolor sin poder entender dónde estarán y responder con el poeta, parafraseándolo, que
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy segura
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque han muerto del odio.
En un mundo en crisis, en medio de democracias acosadas, amenazadas, las mujeres somos las más habilitadas para decir que sí podemos vivir y organizar nuestras sociedades de acuerdo con otros horizontes, a través de prácticas alternativas, prácticas de asistencia mutua, de “comunización” del saber, de trabajo cooperativo, de solidaridad… prácticas diferentes de la maximización del rendimiento, de la producción ilimitada, del extractivismo, del patriarcardo, del control generalizado. Lo que nos corresponde ahora es esbozar esa NUEVA RAZON PARA ESTE MUNDO.
¡Y lo vamos a hacer!